LA MATANZA DE LOS VALONES EN ZARAGOZA

Uno de los episodios más curiosos y sangrientos de la historia de Zaragoza es a la vez uno de los menos conocidos por los aragoneses y zaragozanos. Hablamos de la matanza de los valones del año 1643. Y no es un error el escribir valones con «V» y no con «B».

En primer lugar hay que hablar de quiénes son los valones y qué hacían en aquella Zaragoza de mediados del siglo XVII conocida como «la Florencia de España» por la riqueza de sus monumentos, palacios, edificios monumentales y las decenas de torres que decoraban el «skyline» de la ciudad y que, por unas causas o por otras no han llegado hasta nuestros días (la mayoría han sido más víctimas de la piqueta y la especulación urbanística que de los famosos Sitios durante la Guerra de la Independencia).

Los valones son los habitantes de la región de Valonia, situada en la actual Bélgica y que en el siglo XVII pertenecía todavía al imperio de los Habsburgo de la Monarquía Hispánica. Generalmente eran de religión católica y de ahí que fueran fieles a la corona a diferencia de otras regiones como la famosa Flandes, donde proliferaron las diferentes reformas protestantes de la Iglesia Católica desde que Martín Lutero colgara en la puerta de la iglesia de Wittenberg de sus famosas 95 tesis que hicieron temblar los cimientos del catolicismo.

Valonia participaba como el resto de territorios de la Monarquía con hombres para los ejércitos de los Habsburgo, siendo los valones reclutados entre los guerreros más aguerridos de la zona y siendo empleados en misiones de riesgo llamadas a encabezar asaltos o a cubrir retiradas. Su vinculación con la Monarquía Hispánica e incluso más tarde con la propia España fue tal que a pesar de la pérdida de la región tras la Guerra de Sucesión Española la monarquía de los Borbones creó la Guardia Valona, que estuvo en funcionamiento dede 1703 hasta 1820.

Vista de Zaragoza finales del siglo XVII. Fondos de la biblioteca de la Universidad de Zaragoza

En segundo lugar y una vez explicado quiénes eran, toca contar qué hacían varios centenares de estos soldados valones en la Zaragoza de 1643. Tras más de dos décadas de guerras, la Monarquía Hispánica se encontraba en el año 1640 en una situación de jaque luchando contra media Europa. Encontramos un imperio todavía poderoso pero en bancarrota, con multitud de frentes abiertos y una sociedad diezmada y empobrecida por altos impuestos, hambrunas, sequías, pestes y bajas en los frentes de guerra. Pero eso sí, iba a «morir» matando.

A partir del año 1640 proliferaron varias rebeliones contra el rey Felipe IV de Habsburgo (Felipe III en el Reino de Aragón), como las de Portugal, Cataluña, Nápoles o la del duque de Medina Sidonia en Andalucía. Incluso el Reino de Aragón llegó a tener en 1648 su propia versión con el duque de Híjar confabulando con Francia para lograr su apoyo y convertirse en rey de un Aragón independiente en le teoría pero títere de los galos en la práctica. El circo que se monta en esa década de 1640 es importante.

Una de esas rebeliones es la que más nos atañe en este caso sobre la matanza de valones en Zaragoza y que explican su presencia en la capital del Ebro. La guerra con la Francia del cardenal Richelieu y Luis XIII hace que la frontera pirenaica pase a ser un frente a proteger, por lo que los tercios son llevados a Cataluña. Estos tenían que ser mantenidos en muchas ocasiones a expensas del terreno y por lo tanto de la propia población, la cual sufría numerosos abusos por parte de los soldados y de las autoridades. Esta situación estalla en el llamado Corpus de Sangre del 7 de junio de 1640 en Barcelona, que acaba con el asesinato del virrey catalán. La situación se convierte en una bola de nieve que va creciendo hasta transformarse en la llamada Rebelión de Cataluña o Guerra del Segadors, que durará hasta que Barcelona es tomada en 1652.

Es un conflicto realmente complejo que no entraremos a explicar aquí pero en el que dada la situación, las oligarquías catalanas acaban nombrando al Borbón Luis XIII de Francia como conde de Barcelona (nada de una Cataluña independiente) en detrimento de Felipe IV de Habsburgo. Con ello los ejércitos franceses entran en tropel en Cataluña abriendo a la Monarquía Hispánica un frente dentro de la misma Península Ibérica (al que se añadía el abierto por la rebelión portuguesa). Atajarlo se convierte en la gran prioridad de las armas habsburguicas.

La caída de gran parte de Cataluña hace que el Reino de Aragón se convierta en la nueva línea de frente. Incluso Monzón cae en manos franco-catalanas en junio de 1642, dejando casi expedito el camino hacia Zaragoza. La situación de emergencia hace que lleguen los tercios al Reino de Aragón y que ocurran situaciones similares a las que habían sucedido en la propia Cataluña mencionadas anteriormente. Sin embargo, en esta ocasión la corte de Felipe IV se establece en largos periodos en Aragón para mantener la fidelidad del reino. El rey acude a Zaragoza varias veces logrando mejorar las relaciones entre el reino y la Monarquía, muy maltrechas desde la Rebelión de 1591 por el caso de Antonio Pérez y que acabó con ejecuciones como la del Justicia Mayor, Juan de Lanuza, y la modificación de parte de los fueros en las cortes de Tarazona de 1592.

La presencia del monarca en Aragón buscaba también agilizar las operaciones de guerra y el mando al estar más cerca del frente que si se quedaba en Madrid. De hecho, es tal la presencia de la corte en Zaragoza que el propio hijo y heredero del rey, Baltasar Carlos, murió en la ciudad en 1646. La situación era crítica y se necesitaban tropas para proteger al reino aragonés y recuperar terreno en Cataluña. Y es aquí cuando entran nuestros amigos los valones.

La Monarquía necesitaba hombres para la guerra de allí donde pudiera sacarlos, así se reclutan soldaos en Valonia y en lugar de quedarse en Flandes como era habitual son enviados a combatir a la Península Ibérica. En 1643 desembarcan tropas valonas en A Coruña y San Sebastián, siendo varios centenares destinados al frente aragonés para reforzar la campaña para recuperar Monzón.

En ese momento están de paso por Zaragoza nos 300 valones que llegan en la víspera del Día de la Ascensión al mando de Felipe de Silva. 200 de ellos son acantonados en el Rabal y los 100 restantes en distintos puntos de la ciudad. Unos valones que llegan a una Zaragoza cuya población se encuentra muy descontenta por la grave crisis económica y el fracaso de la campaña militar del año anterior en la que se perdió Monzón. Todo esto lo agravan unas fuertes inundaciones que habían roto tanto el Puente de Piedra como el Puente de Tablas dejando incomunicado, salvo por barca, el Rabal con el resto de la ciudad.

Y esto es clave, ya que buena parte de los jornaleros que no tenían tierras propias lograban cada día trabajo en los campos situados en la margen izquierda del Ebro al que ahora no tenían acceso por la rotura de los puentes. De hecho, los jornaleros se solían presentar cada día en la Plaza de la Mesa del Rabal, llamada así porque allí se situaban varias mesas donde se contrataba para aquella jornada el trabajo de cada jornalero y se le asignaba la propiedad a la que tenía que ir. Pero ahora la mayoría no podían hacerlo, con el consiguiente descontento.

Por su lado, los valones andaban un poco moscas porque tampoco recibían su soldada desde hacía tiempo, así que el caldo de cultivo que tenemos no auguraba un buen desenlace en una ciudad que era aquellos días como una olla a presión.

Sobre las tres de la tarde del Día de la Ascensión, los valones acantonados en el Rabal, hambrientos y furibundos, empezaron a robar y asaltar los huertos de la marquen izquierda. Los zaragozanos comenzaron a responder a los asaltos y a cruzar en alguna barca desde la ciudad hacia la zona, siendo arcabuceados por los soldados valones matando a 5 civiles. Esto hace que la furia de una ciudad ya de por sí cabreada se desate. Comienza la matanza de los valones.

Estos se ven rápidamente en inferioridad y comienzan a refugiarse en iglesias y conventos como el de Jesús (que ya desapareció pero que por cierto da nombre al llamado barrio de Jesús). A pesar de acogerse a sagrado, los zaragozanos lo asaltan y matan a 17 valones y hieren de gravedad a otros tantos.

Palacio de la Aljafería de Zaragoza

Eso en la margen izquierda, porque en la misma ciudad la matanza se extiende también por iglesias, conventos como el de San Agustín y hasta en las mismas calles, tal y como presencia el propio arzobispo Pedro Apaolaza, que ve como las gentes asesinaron a una persona solo por vestir con atuendo extranjero. Muchos de los valones, que recordemos eran consideradas casi como tropa de élite, sólo se salvaron por refugiarse en lugares como la sede de la Inquisición, el palacio-fortaleza de la Aljafería.

Tras varias horas de sin Dios, la Matanza de los valones terminó dejando más de 80 valones muertos además de varios zaragozanos más. Entre muertos y heridos, más de un tercio de las tropas valonas causaron baja en las filas de los ejércitos de su majestad dirigidos a recuperar la ciudad de Monzón.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Universidad de Zaragoza