El 19 de febrero de 1809 falleció José de l’Hotellerie de Fallois, más conocido como barón de Warsage, durante el segundo sitio de Zaragoza. Fue un valiente más de esta tierra tan pródiga en héroes, que murió de un balazo de cañón cuando defendía el Puente de Piedra de la ciudad. Su padre descendía de una familia noble del Principado de Lieja (Bélgica) y su madre era natural de Calatayud. Al igual que su progenitor, sirvió desde muy joven en las reales guardias valonas, que era una unidad de élite del ejército español, surgida en Valonia (Bélgica) durante la guerra de Flandes y cuyos miembros eran mayoritariamente de origen valón.
En los inicios de la guerra de la Independencia, poco después de que Palafox fuera nombrado por los zaragozanos Capitán General de la tropa aragonesa, le fue encargado por el mismo Palafox que reclutara y organizara una columna con el fin de defender los valles de los ríos Jalón y Jiloca. El objetivo era cortar la comunicación de Aragón con la meseta castellana para evitar, o por lo menos dificultar, que las tropas francesas que se encontraban en la capital acudieran desde Madrid a sitiar la rebelde Zaragoza.
En el transcurso de estas operaciones tuvo lugar la batalla de Épila, en la que participó al mando de su columna, junto con el grueso del ejército de Palafox. Además de cortar el acceso a Zaragoza, se pretendía evitar que las tropas francesas se hicieran con las reales fábricas de pólvora de Villafeliche, localidad situada en las proximidades. El 23 de junio comenzaron los enfrentamientos, siendo derrotados los españoles y teniendo que huir Palafox al día siguiente a Calatayud. Las tropas francesas cuando se adentraron en Épila se encontraron un pueblo prácticamente deshabitado, en el que únicamente no habían huido el párroco, el cirujano, varios enfermos, paisanos y niños. El municipio fue saqueado, el cura asesinado y más de 36 personas degolladas. Una vez los franceses saquearon todo lo que pudieron se marcharon de allí, el repiqueteo de las campanas anunció su partida y los epilenses volvieron a sus hogares. Aunque las tropas españolas tuvieron que huir con el rabo entre las piernas, el barón de Warsage destacó en la defensa de los polvorines de Villafeliche.
Después de estos sucesos, desde el sur, el 25 de junio llegaron nuevos refuerzos de tropas francesas que se sumaban a las que desde el norte habían llegado a Zaragoza y que desde el día 15 llevaban asediando la capital del Ebro, al no haber sido contenidas ni en Tudela, ni en Mallén, ni en Alagón. Los zaragozanos estaban solos, apenas contaban con un pequeño efectivo militar para defenderse. Fueron los ciudadanos los que infatigablemente resistieron hasta expulsar a los franceses de la ciudad el 8 de agosto de 1808.
No obstante, era sabido que el ejército galo iba a volver para apoderarse de la capital aragonesa, así que el oscense Antonio Sangenís (un excelente ingeniero militar) se ocupó de reforzar, organizar y dirigir las defensas de la ciudad, lo que posibilitó que esta pudiera resistir tan enraizadamente durante el segundo de los sitios. El 23 de noviembre Palafox junto con el general Castaños se enfrentaron a lo mejor del ejército napoleónico en la Batalla de Tudela para impedir su llegada a Zaragoza, pero todo esfuerzo fue en vano, pues las tropas españolas fueron rotunda y fácilmente derrotadas. Allí estaba, como no podía ser de otra manera, una vez más el barón de Warsage y aunque fueran derrotados, fue uno de los pocos oficiales españoles en cumplir con acierto su cometido e incluso consiguió poner en fuga a los franceses. Esto le valió ser ascendido por Palafox a comandante de la guardia valona y a ser nombrado Jefe del Estado Mayor del Ejército de Aragón.
Tras ser derrotados en Tudela, esta vez Palafox no abandonó Zaragoza a su suerte, sino que se acantonó con sus hombres dentro de los muros de la ciudad, protagonizando una de las resistencias más heroicas y obstinadas de la historia, que duró desde el 21 de diciembre de 1808 hasta el 21 de febrero de 1809. Como decía al principio del artículo, fue durante este Segundo Sitio cuando el barón de Warsage perdió la vida por un balazo de cañón, al defender el Puente de Piedra de Zaragoza. Pocos días después, la capital del Ebro caería en manos de los sitiadores.
En la Exposición hispano-francesa de 1908, coincidiendo con el centenario de los sitios, se erigió una cruz conmemorativa en el Puente de Piedra dedicada al barón de Warsage que todavía puede verse hoy en día.
Santiago Navascués Alcay
Doctor en Historia por la Univ. de Zaragoza