El 26 de febrero de 1982 murió Paco Martínez Soria. Nació en Tarazona y se convirtió en uno de los mejores embajadores de Aragón que ha tenido nuestra tierra. En su persona encarnaba al «cateto» entrañable que supo ganarse a los corazones, ya no sólo de los aragoneses, sino de todos los españoles. Contribuyó a popularizar y a acrecentar nuestra fama de baturros, provincianos y testarudos. Y a la vez, fue capaz de dotar de dignidad, sabiduría y nobleza a este peculiar carácter tan nuestro y manera de ver y entender la vida. Gracias a él en gran parte, ya no nos avergonzamos de nuestra propia idiosincrasia, sino que aceptamos y asumimos con orgullo los tópicos que el resto de los españoles vierten sobre nosotros. ¿Quién no habrá visto sus películas?
Desde que en 1965 protagonizó en la gran pantalla «La ciudad no es para mí» (adaptación cinematográfica de un previo éxito teatral del actor) hasta su muerte, hizo una media de una o dos películas por año, en las que siempre actuaba como un pueblerino aragonés tan ingenuo como sabio. Pero nuestro Paco fue mucho más que una estrella del cine. Antes de ser encumbrado por el séptimo arte, ya era un brillante actor de teatro con su propia compañía teatral, creador de numerosas obras dramatúrgicas que posteriormente fueron llevadas al cine.
A la edad de siete años se trasladó con su familia a Barcelona, donde comenzó sus estudios. Empezó sus actividades en la escena primero en el colegio y después en teatros universitarios. Al finalizar su formación trabajó como dependiente y luego como comercial, compatibilizando ambos trabajos con actuaciones en grupos de aficionados del barrio de Gracia.
En 1938, en plena Guerra Civil, se convirtió en actor profesional al ser contratado como cómico por la compañía Rafael López Somoza. En 1940 formó su propia compañía y en 1950 adquirió como copropietario el Teatro Talía de Barcelona, consiguiendo en 1955 la propiedad total de dicho teatro. Alcanzó un enorme éxito como cómico teatral pero, su salto al cine no fue fácil, ya que para este el cine era un mundo totalmente distinto y misterioso al que no estaba acostumbrado. Uno de sus mayores éxitos en su carrera fue saber amoldarse a los nuevos cánones interpretativos del régimen. Mientras era un exitoso actor de teatro, fue apareciendo en alguna que otra película como personaje secundario la mayoría de las veces, hasta que se consagró definitivamente como un excelente actor de cine en 1965 con la película «La ciudad no es para mí».
Dos días después de su muerte fue enterrado en Barcelona, ciudad donde residía. Tanto Zaragoza como Tarazona, le han dedicado calles y estatuas, así como el festival de cine de comedia “Paco Martínez Soria”, que se celebra a mediados de agosto en Tarazona todos los veranos desde el 2004.
Santiago Navascués Alcay
Doctor en Historia por la Univ. de Zaragoza