El 12 de febrero de 1809 murió Antonio Sangenís y Torres, uno de los héroes de los Sitios de Zaragoza. Este oscense dedicó su vida a la carrera militar, destacando sobre todo por su formación como ingeniero. Ingresó en la Real Academia de Matemáticas de Barcelona, donde terminó sus estudios en 1783. Su avanzada instrucción le aupó en 1790 hasta ser nombrado ayudante de ingenieros, puesto desde el que desempeñó una gran labor. Entre 1792 y 1793 fue el encargado de acondicionar todas las defensas de la costa cantábrica.
Pero en la carrera de todo buen militar para ascender rápido en el escalafón era necesario participar en una guerra, y esta llegó con el conflicto contra la Francia republicana que acababa de ejecutar a Luis XVI y a María Antonieta. Prácticamente toda la Europa del Antiguo Régimen declaró la guerra a Francia, y la España de Carlos IV no podía ser menos. Comenzó la llamada Guerra del Rosellón, en la que en un principio las armas españolas lograron diversas victorias en territorio francés. Pero muy pronto, la falta de medios por parte del ejército español y las levas masivas en Francia para formar un gran ejército revolucionario cambiaron las tornas del conflicto. Los franceses empezaron a ganar posiciones, entrando en España por Cataluña, Navarra y País Vasco, tras lo cual el gobierno español decidió firmar la paz y reconocer a la I República francesa. Sangenís participó de forma activa en este conflicto, llegando incluso a alcanzar el grado de capitán.
Durante los años siguientes, Antonio Sangenís prosiguió con su carrera, escribiendo varios tratados sobre matemáticas, álgebra y otras materias relacionadas con la ingeniería militar. Llegó así el famoso levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid contra las tropas de Napoleón Bonaparte. Sangenís se encontraba por entonces trabajando en la Real Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares, que quedó vacía por el miedo a la represión que estaba llevando a cabo Murat contra los madrileños. Antonio decidió marcharse y refugiarse en Zaragoza, donde aprovechó sus conocimientos de ingeniería militar para fortificar en la medida de lo posible una ciudad sin apenas guarnición y cuyos muros eran unas endebles tapias en muchas de las zonas. No es una exageración el decir que si Zaragoza logró poner tanta resistencia al que por entonces era el mejor ejército de Europa, fue gracias a la labor de Sangenís para reforzar las defensas, sobre todo en el segundo sitio.
Pero no solo se dedicó al trabajo constructor, sino que también lideró a las tropas defensoras. En los últimos días del primer sitio destacó en su liderazgo de la puerta y la batería de Santa Engracia, la zona que se llevó la peor parte del ataque francés del cuatro de agosto de 1808. Palafox le premió por ello con el ascenso a coronel.
Entre agosto y diciembre diseñó todo el plan defensivo de la ciudad, previendo que las tropas francesas regresarían de nuevo. Reforzó los muros, puertas y construyó varios reductos defensivos como el de El Pilar, situado donde hoy se encuentran los famosos “cañones de El Corte Inglés”, en Glorieta Sasera. Finalmente, Antonio Sangenís murió unos días antes del final del segundo sitio, al recibir un balazo mientras lideraba la defensa de la batería de un molino del aceite.
Pero el oscense fue recordado y reconocido por los zaragozanos, dándole su nombre al cuartel del regimiento de pontoneros de la ciudad, que hoy en día alberga en parte de sus antiguas instalaciones el departamento de arqueología del Ayuntamiento de Zaragoza.
Santiago Navascués Alcay
Doctor en Historia por la Univ. de Zaragoza