LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN ARAGÓN (Parte I)

Hay que reconocer que en Aragón tenemos un poco manido el episodio de la Guerra de la Independencia, pero sobre todo lo que concierne a lo que fueron los dos Sitios de Zaragoza, que no en vano son los dos episodios de mayor envergadura que ocurrieron en nuestro territorio. Pero lo cierto es que normalmente nos quedamos en ello, y apenas se trata lo que sucedió en otras zonas de Aragón, y menos aún lo que ocurrió a finales de la guerra.

Durante los primeros meses de la ocupación durante el año 1808, las tropas francesas se afanaron sobre todo en establecer una línea directa de comunicación entre Francia y la capital de España, centrándose en el eje BayonaVitoriaBurgosMadrid. Esto dejó a Aragón en un relativo segundo plano, aunque los ejércitos de Napoleón ya tenían planes para ocupar sus plazas más importantes. Al tener noticias de la rebelión de los zaragozanos en mayo que depusieron al Capitán General Guillelmi que abogaba por la colaboración, y la imposición de José de Palafox, los acontecimientos se aceleraron, siendo enviado a Zaragoza, una plaza escasamente defendida pero de gran importancia estratégica, un ejército con la misión de ocupar la ciudad. En su camino desde Navarra hacia la capital del Ebro, las tropas napoleónicas comenzaron a hacer de las suyas, saqueando poblaciones como Gallur o Mallén.

En junio comenzó finalmente el famoso Primer Sitio de Zaragoza, que hizo estragos en la ciudad y entre los defensores, durando hasta comienzos de agosto de 1808. La resistencia que los franceses se encontraron fue totalmente inesperada, al ser conocedores de su propio historial militar de grandes victorias por Europa y que la ciudad apenas contaba con unos tapiales y a gente local como casi única defensa. Sin embargo, la realidad es que la ciudad estaba ya en unas precarias condiciones cuando los franceses decidieron retirarse en vista del avance del ejército español del general Castaños, que días antes había vencido a un ejército francés en la famosa Batalla de Bailén, que supuso la primera derrota en tierra de un ejército de Napoleón en toda Europa. Los franceses se retiraron de Zaragoza y de muchos territorios españoles para establecer una línea defensiva en la ribera alta del Ebro, por la zona de Navarra y la Rioja.

En noviembre comenzó el segundo intento de ocupación de España, con el mismo Napoleón al frente y con lo más granado de la Grande Armée. El emperador francés sabía que el sometimiento de la capital aragonesa era clave, por lo que esta vez mando a sus mejores mariscales para lograr su rendición. El Segundo Sitio comenzó a finales de diciembre y duró hasta bien avanzado febrero de 1809, siendo su capacidad de resistencia asombro para toda Europa. La caída de Zaragoza fue un mazazo enorme para todo Aragón, pero la resistencia frente a los franceses nunca cejó, aunque se convirtió en una acción de continua guerrilla como en el resto del país. Sí que fueron ocupadas diferentes plazas que eran esenciales para el control de las zonas agrarias de mayor importancia para el abastecimiento del ejército invasor, además de para tratar de conseguir impuestos para la administración del rey José I. Algunas de esas plazas fueron Daroca, Barbastro, Huesca, Teruel, Alcañiz, Calatayud y Jaca. Sin embargo, los franceses sólo lograron un poder verdadero en la propia Zaragoza, pues nunca lograron asentar verdaderamente su poder en el resto de Aragón. De gran importancia fue por ejemplo la resistencia de Mequinenza, cuyo castillo no pudo ser sometido hasta junio de 1810.

Durante la ocupación, no se volvieron a dar grandes batallas en territorio aragonés tras la caída de Zaragoza, pero sí que se produjeron numerosos y constantes enfrentamientos, a veces con una importante concentración de tropas, pero que siempre seguían el modelo de acción guerrillera, con un ataque emboscado, rápido, contundente y una aún más veloz retirada. Aun con todo siempre hubo planes para tratar de recuperar la capital del Ebro. En abril de 1809 la Junta Central Suprema, aquella institución que ostentaba la soberanía española en nombre del inefable Fernando VII, nombró como Capitán General de Aragón al malagueño de origen irlandés Joaquín Blake. Gran amante del uso de los servicios de espionaje, supo que el Tercer Cuerpo de Ejército francés, encargado de guarnecer Zaragoza y al mando del mariscal Suchet, se encontraba en malas condiciones. Blake comenzó a concentrar tropas, y en abril de 1809 comenzó una campaña para recuperar la ciudad avanzando hasta Alcañiz, tratando de hacer salir al mariscal francés de Zaragoza con su ejército. Blake consiguió que Suchet mordiera el anzuelo, y gracias al pánico que estalló entre las líneas napoleónicas, Suchet, herido, tocó a retirada, aunque Blake, siempre precavido, no aprovechó del todo la victoria táctica pero sí que llegó a ocupar Botorrita y Muel, poblaciones muy cercanas a Zaragoza.

Las tropas españolas aprovecharon a reorganizarse, e incluso el mariscal Suchet, temiendo ya lo peor, llegó a mandar su equipaje a Tudela, a donde pretendía retirarse en caso de perder la ciudad. Blake, una vez organizado, comenzó a avanzar hacia la capital aragonesa desde el sur, produciéndose el enfrentamiento en María de Huerva en mitad de una gran tormenta. El general malagueño no lo vio claro, así que decidió retirarse hacia Belchite para con unas mejores condiciones esperar el embate de los franceses, el cual llega el 18 de junio de 1809 y lo resiste a la perfección. Pero por desgracia, una granada francesa perdida cayó sobre un carro de municiones, estallando y haciendo correr el pánico entre las líneas españolas, que abandonaron el armamento y dieron fin al intento de tomar la ciudad. El propio Blake a punto estuvo de caer prisionero, pero finalmente logró refugiarse en Tortosa. Suchet se vio por fin libre para reorganizarse y llevar a cabo sus planes de conquistar el litoral valenciano, cosa que logró en enero de 1812 tras entrar en Valencia, consumando la última gran victoria francesa en la Península Ibérica. Sin embargo, este no sería más que el canto de cisne del poderío galo en España, que pronto empezó su declive y que trataremos en la segunda parte del artículo.

*Cuadro «Episodio de la defensa de Zaragoza frente a los franceses», de Federico Jiménez Nicanor (1885).

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza