El 30 de mayo de 1815 el rey Fernando VII confirmó la condecoración y pensión de cuatro reales diarios a Casta Álvarez. Esta fue una campesina que formó parte de la constelación de heroínas como Manuela Sancho, María Agustín y Agustina de Aragón, que produjeron los Sitios de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia contra las tropas invasoras francesas de Napoleón. Estos nombres tan solo son los más famosos, pues en la defensa de la capital del Ebro destacaron tanto los zaragozanos como las zaragozanas, algo insólito para la época.
Nació en Orán (Argelia), aunque sus padres eran oriundos de un pueblo de la provincia de Zaragoza. A sus 22 años de edad participó en la defensa de la ciudad, acompañando a sus paisanos en la batería de cañones de Puerta Sancho y en los combates del Arrabal. Se le recuerda desafiante ante el ejército francés, armada con una bayoneta que usaba a modo de lanza.
Una vez conquistada la ciudad por los franceses, sus padres se negaron a vivir en ella y se instaló con ellos en Cabañas de Ebro, un pueblo situado en las cercanías. Allí se casó, acabado el conflicto bélico, en 1814 con un acomodado labrador. Falleció el 29 de abril de 1846 a los 60 años de edad, viuda, sola y olvidada por todos.
Con motivo del centenario de los Sitios, en 1908 sus restos fueron desenterrados y depositados en la Iglesia del Portillo de Zaragoza, junto a los restos de Agustina de Aragón y Manuela Sancho. En el salón de sesiones del ayuntamiento de la ciudad hay un cuadro de ella pintado por Unceta.
Santiago Navascués Alcay
Doctor en Historia por la Univ. de Zaragoza