Las primeras noticias que tenemos de los Zaporta datan de 1530, en tiempos del emperador Carlos V. Era una familia burguesa judía que se convirtió al cristianismo, ya que en 1492 los judíos fueron expulsados por los Reyes Católicos y sólo quedaron los conversos, que eran judíos convertidos al cristianismo que sufrían el acoso de sus conciudadanos, la sospecha y la amenaza de la Inquisición. No bastaba con que se convirtieran, sino que además tenían que parecerlo y tenían la mancha de no ser cristianos viejos, como se decía en la época.
La primera generación estaba formada por los hermanos Jerónima, Guillén, Isabel, Beatriz y Gabriel, destacando este último de entre todos ellos. Gabriel se convirtió en un gran comerciante que prestaba e intercambiaba dinero y productos tanto en el interior de Aragón como en el exterior. La comercialización de productos y bienes la llevó a cabo gracias al arrendamiento de las rentas señoriales, de la compra-venta de ganado, azafrán, etc… Exportaba lana e importaba productos manufacturados de Flandes. Vendía trigo a Valencia y se hacía con su seda. No sabemos qué comerciaba con Castilla pero debía ser una gran cantidad de productos, ya que en 1556 fue el corresponsal en Aragón de las mercancías de la familia Simón Ruíz, una de las familias burguesas más importantes de Castilla.

Incluso participó en la compra de censales, que consistía en la compra de deuda pública a cambio de recibir una pensión anual de por vida. Esto suponía para Gabriel unos ingresos anuales sin ningún tipo de riesgo, obligación o trabajo. De esta forma olvidó su condición y vida de mercader, convirtiéndose en rentista. Y es que la máxima ambición de un buen número de burgueses de la época no era la de expandir sus negocios hasta el infinito, sino llegar a un día en el que pudieran ser nobles y vivir de rentas. Poco le quedaba a Zaporta para convertir a su familia en un linaje noble. Había conseguido vivir de rentas como estos pero no tenía un señorío, su familia no tenía sangre noble y además tenía la desgracia de ser converso. Todo ello estaba a punto de cambiar.
En este contexto hay que entender el encargo de la capilla de San Miguel en la Seo el 8 de julio de 1570 con el objetivo de demostrar su cristiandad. A pesar de provenir de una familia de conversos, ocupó importantes cargos en las principales instituciones del reino y mantuvo una estrecha relación con el emperador Carlos V, ya que en la época, como hoy en día, cuando se disponía de una gran cantidad de dinero, poco importaba todo lo demás.
Entre sus cargos más destacados están ser procurador y regente de la tesorería general del Reino de Aragón, además de jurado municipal y consejero. Prestó cuatro millones de reales a la corona para sufragar sus expediciones en el norte de África, a cambio de que Carlos V le concediese el título de señor de Valmaña. Para ser noble, tan sólo le quedaba que corriera sangre noble por sus venas. Él no tenía forma de conseguirlo pero sí que consiguió que sus nietos lo fueran, ya que casó a sus hijos con familias nobles.
Sin embargo, esta fue la causa de la caída de la familia, que sus descendientes, olvidando la condición burguesa de sus antepasados, se dedicaron a vivir de rentas, mientras poco a poco su fortuna iba menguando hasta desaparecer la familia en torno al 1650.
Además de la capilla de San Miguel en la Seo, otro de los vestigios que ha dejado esta familia es el famoso Patio de la Infanta, el patio interior del palacio residencial de Gabriel Zaporta que actualmente está situado en la sede central de Ibercaja en la calle San Ignacio de Loyola de Zaragoza.
Santiago Navascués Alcay
Doctor en Historia por la Univ. de Zaragoza