GERMANA DE FOIX Y FERNANDO II: LA BODA QUE PUDO CAMBIAR EUROPA

El 18 de marzo del año 1506, Fernando II el Católico contrajo segundas nupcias con Germana de Foix, una noble francesa que era nada menos que sobrina del rey de Francia. Este fue sobre todo un matrimonio político, pues las relaciones entre Francia y la Corona de Aragón eran muy difíciles, pues llevaban varios años de guerra para conquistar el Reino de Nápoles. Fernando, que se supone había prometido a la difunta Isabel la Católica que no volvería a casarse, no tardo ni dos años en volver a hacerlo. ¿Hombre de poca palabra? Veamos el contexto.

Al morir Isabel, Fernando, que hasta entonces había sido rey castellano como Fernando V con todas las de la ley, dejó de ser el monarca de Castilla, pues el trono le pertenecía a su difunta esposa y por lo tanto la herencia pasaba a sus hijos, en este caso, a Juana. Esta se convirtió inmediatamente en reina de Castilla, pero el problema vino al estar casada con Felipe I el Hermoso (a saber de dónde viene este apelativo, pues viendo los cuadros de la época el mozo, muy agraciado, no era). Felipe era duque de Borgoña e hijo de Maximiliano, emperador del Sacro Impero Romano Germánico nada menos.

El matrimonio entre Juana y Felipe había sido urdido por los Reyes Católicos dentro de su política de alianza con otras monarquías europeas para intentar así tratar de aislar a Francia, considerada como la gran amenaza de Aragón y Castilla. Pero el bueno de Felipe les salió rana, y resultó ser muy proclive a aliarse con los franceses.

La muertes de varios de los hijos de los Reyes Católicos hicieron que Juana pasara a ser la heredera a los tronos de Aragón y Castilla, pero el problema vino cuando Juana, profunda y casi enfermizamente enamorada de su marido Felipe, acabó siendo proclive a todo lo que decidiera su marido a pesar de su tormentosa relación personal. Llegados a este punto, los Reyes Católicos intentaron maniobrar para evitar que todos sus planes estratégicos se vinieran abajo cuando Juana, y sobre todo Felipe, acabaran gobernando sus reinos.

Sin embargo, a la muerte de Isabel, Juana fue proclamada reina de Castilla, por lo que a partir de entonces, su padre Fernando el Católico ya ni pinchaba ni cortaba en dicho reino, cuyos nobles querían expulsarle por considerarlo autoritario, además de extranjero (a fin de cuentas Castilla y Aragón seguían siendo reinos diferentes que hasta entonces estaban bajo una misma corona).

En poco tiempo Felipe logró que tanto las cortes de Castilla como Juana le dieran a él el poder de gobernar. Es por ello por lo que Fernando el Católico decidió volver a casarse. Su objetivo no fue otro que conseguir más descendencia para que, si era necesario, que Juana no heredera la Corona de Aragón, y que así Felipe, a quien Fernando consideraba un traidor, no gobernara también en sus propios reinos.

Así pues, Fernando acabó casándose con Germana de Foix y se puso con empeño a intentar tener hijos. Del matrimonio nació el príncipe Juan un 3 de mayo de 1509. De haber sobrevivido, Juan habría heredado la Corona de Aragón suplantando a Juana en la línea de sucesión, y ambos reinos habrían vuelto a separarse. Sin embargo, el destino quiso que el príncipe Juan muriera a las pocas horas de nacer. Fernando siguió intentando tener otro vástago, llegando a tomar pociones para revitalizar su ya mermada por la edad potencia sexual. De hecho, muchos dicen que acabó muriendo envenenado por tanto bebedizo que llegó a ingerir.

Realmente no hizo falta tener más descendencia, pues el problema de Felipe el Hermoso se solucionó por sí sólo (algunos opinan que en ello tuvo algo que ver el rey Fernando). Felipe murió en 1506 de unas fiebres repentinas, y con ello se acabó parte del problema. Aún quedaba Juana, pero su padre acabó logrando que la incapacitaran declarándola loca, y hay que decir que, si la pobre Juana no estaba loca antes, entre el maltrato que recibió de su marido, su padre, etc., finalmente acabó con importantes desequilibrios mentales.

Esta es pues la historia de un matrimonio que pudo llegar a cambiar el devenir de lo que finalmente ha acabado conformando España. Finalmente fue el nieto de Fernando, Carlos de Habsburgo, quien heredó todos los reinos y se convirtió en el único emperador de ambos mundos de la Historia, de media Europa, y de América. Lo que pudo haber pasado pero no ocurrió, es ciencia ficción.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza