EL GOLPE DE ESTADO DE JULIO DE 1936 EN ARAGÓN: GUERRA CIVIL

El 18 de julio de 1936 se produce el pronunciamiento militar de las tropas en el norte de Marruecos (por entonces un protectorado español), lideradas por los generales Sanjurjo (que muere regresando de su exilio en Portugal para ponerse el frente del golpe), Mola y Francisco Franco, mientras que al día siguiente el general de la V Región Militar de Aragón, Miguel Cabanellas Ferrer, proclama el estado de guerra en su zona y se pone del lado de los militares sublevados contra el Gobierno de la II República.

El golpe de Estado corre diferente suerte según las zonas del país. Los miembros de los sindicatos, partidos políticos y pueblo en general sale a las calles y en muchas ocasiones se produce el reparto de armas para luchar contra los golpistas. Sin embargo, en aquellas zonas donde las fuerzas de seguridad del Estado (ejército, policía y guardia civil) apoyan a los golpistas, toda resistencia fue inútil, mientras que en las regiones donde el golpe no fue apoyado por dichas fuerzas prevaleció el dominio del gobierno democrático republicano.

Bajo estas premisas, el golpe de Estado fracasa, al no conseguir el derribo del gobierno de forma inmediata, como era su intención, pero sí que logra dividir el territorio del país en varias zonas, las sublevadas y las que se mantienen fieles a la República.

El caso de Aragón fue ejemplo de esas regiones en las que las fuerzas de seguridad se pusieron, de forma general, de parte de los golpistas. El general Cabanellas, a pesar de que ya llevaba varias semanas como mínimo en contacto con los golpistas, se mostró muy ambiguo en sus mensajes a la población en el momento del golpe de Estado. De hecho, se declaraba como un militar republicano, e incluso había llegado a ser diputado en Cortes por el Partido Radical de Alejandro Lerroux por la circunscripción de Jaén en las elecciones de noviembre de 1933. Al producirse el golpe, Cabanellas se llegó a declarar leal a la República, pero en la madrugada del 18 al 19 de julio comenzó a sacar al ejército a las calles zaragozanas para controlar la ciudad y sus puntos clave. La ambigüedad de su actitud hizo que el movimiento obrero republicano, muy fuerte en la capital aragonesa, no se organizara de forma activa contra los golpistas, y apenas hubo resistencia cuando Cabanellas estableció el estado de guerra y declaró ilegales los sindicatos y partidos políticos. También fue clave el apoyo al general por parte del gobernador civil de Aragón, Vega Coronel, a pesar de que varias figuras sindicales habían tenido contactos con él para tratar de asegurar su fidelidad al Gobierno.

La declaración del estado de guerra se extendió por todo Aragón, siendo controladas las grandes capitales provinciales y comarcales como Huesca, Teruel, Calatayud y Jaca. Tan sólo las autoridades de Teruel, Barbastro y Jaca mostraron cierta resistencia, pero el golpe terminó triunfando. Desde el día 19 de julio empezaron a organizarse columnas para logar el control de las principales capitales comarcales. Prácticamente todo Aragón quedó en manos sublevadas, aunque el fracaso del golpe en Cataluña hizo que en pocas semanas se organizaran varias columnas de sindicalistas, la mayoría milicianos anarquistas, que salieron hacia Aragón, logrando controlar la mitad oriental y llegando a muy pocos kilómetros de las tres capitales de provincia. Quedaba así formado el llamado Frente de Aragón, que se mantuvo sin apenas variaciones hasta la primera mitad del año 1938.

El general Cabanellas fue nombrado unos días después del Golpe de Estado, el 23 de julio, presidente de la Junta de Defensa formada en Burgos por los sublevados, siendo su primer líder, al menos como representante oficial, debido a su condición de general más antiguo en activo del ejército golpista. Semanas más tarde sería el general Francisco Franco quien acabó asumiendo el liderazgo de la rebelión.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza