El 24 de agosto de 1944 París era liberada de la ocupación del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial después de algo más de cuatro largos años. A pesar de que la historiografía tradicional ha otorgado el honor de la liberación de la capital francesa al ejército galo, lo cierto es que fue la novena división del general Leclerc, formada casi en su totalidad por soldados españoles, la que llevó a cabo tal hazaña. Si bien es cierto que en los últimos años, mientras en nuestro país apenas se han hecho reconocimientos a estos luchadores antifascistas, Francia sí que está enmendando su error, realizando diversos actos de reconocimiento.
Al finalizar la Guerra Civil Española, muchos soldados y civiles republicanos tuvieron que exiliarse en Francia para evitar las represalias de la dictadura de Franco. Sin embargo, aquellos que en abril de 1939 habían perdido su patria, se encontraron con que apenas un año más tarde, en mayo de 1940, su nuevo país de adopción era invadido y ocupado por un fascismo incluso más feroz que el español; el del régimen nazi de Hitler.
Ya en 1943, las colonias francesas en África se unifican entre las que siguen desde casi un principio al general Charles de Gaulle y las que dejan de obedecer al régimen filonazi de Pétain cuando las tropas estadounidenses desembarcan en Marruecos. Es entonces, en mayo de 1943, cuando se funda en Chad la novena compañía blindada de la segunda división del ejército de la Francia Libre, dirigida por el general Philippe Leclerc. En ella se integran miles de republicanos españoles (o simples opositores al régimen de Franco), que una vez más continúan su lucha contra el fascismo, que ya duraba desde 1936. La Nueve, como se la conocía popularmente, fue dotada de armamento procedente de EE.UU. y muchos de sus blindados y vehículos fueron bautizados con nombres de batallas de la Guerra Civil, como Ebro, Teruel, Guadalajara, etc.
Una vez que los alemanes fueron expulsados del norte de África, la Nueve fue trasladada junto a su división a Gran Bretaña, donde ya se comenzaba a gestar lo que sería el Desembarco de Normandía. Sin embargo, muy pocas de sus unidades participaron en este el famoso 6 de junio de 1944. No sería hasta principios de agosto cuando la compañía española desembarcó en territorio francés para colaborar en la liberación de Francia. Fue integrada en el III ejército aliado, al mando del famoso general estadounidense George Patton, y tuvieron una activa participación en varios enfrentamientos, sorprendiendo a los altos mandos aliados por su capacidad combativa. Al fin y al cabo, muchos de esos españoles exiliados llevaban ya a sus espaldas casi ocho años de cruenta guerra.
Los parisinos, viendo a los ejércitos aliados ya cerca de sus suburbios, se levantaron contra el dominio alemán el 20 de agosto de 1944. Charles de Gaulle, como buen ególatra que era, quería apuntarse el tanto ante sus compatriotas y ante el mundo entero de haber liberado París, y trató de convencer al comandante en jefe de los aliados, el general Eisenhower, de aprovechar el levantamiento de los parisinos para liberar la ciudad. Pero este prefería retrasar la llegada a la capital gala y forzar un enfrentamiento con las fuerzas alemanas que estaban concentradas al norte de París. De Gaulle hizo caso omiso y ordenó avanzar a la División Leclerc.
Fue tras esta orden cuando el general Leclerc eligió a la Novena compañía para que formara la avanzadilla, siendo los españoles los primeros en entrar en la urbe parisina. Pasadas las nueve de la noche del 24 de agosto, los hombres de la Novena llegaron al centro de la ciudad hasta la Plaza del Ayuntamiento, donde el semioruga Ebro realizó los primeros disparos contra los soldados de la Wehrmacht, que finalmente acabaron retirándose. Es en ese momento cuando los parisinos salen en tropel a las calles cantando la Marsellesa, pero cuando comienzan a hablar a sus liberadores se encuentran con que estos hablan francés a duras penas. ¡Son españoles!
El francés Raymond Dronne, jefe de la compañía, da orden de dirigirse hacia los edificios gubernamentales en busca del comandante nazi de París, el general Dietrich von Choltitz, para apresarlo y exigirle la rendición de la ciudad y sus tropas. En las horas siguientes son tomadas al asalto la Cámara de los Diputados y la Plaza de la Concordia. Una vez tomadas, Dronne se dirige al despacho de Choltitz para exigir su rendición incondicional y es acompañado por sus subalternos españoles. Entre ellos destacan los aragoneses Antonio Navarro y Miguel Bernal, dos más de aquellos aragoneses exiliados de su tierra que decidieron seguir luchando por la libertad, aunque fuera en otro país que no era el suyo y que luego les olvidó.

Finalmente, Choltitz se rindió de forma oficial a las 15:30 horas del 25 de agosto, siendo arrestado por tropas españolas, mientras ya por fin iban entrando en la ciudad otras unidades de los ejércitos aliados, que en unas pocas horas controlaron los escasos focos de resistencia alemana dentro de París. Al día siguiente, el 26 de agosto, Einsenhower dio orden de entrar en la ciudad al grueso de las tropas, y el propio De Gaulle se dio un gran baño de multitudes, siendo aclamado como liberador de Francia y como héroe nacional, pero siempre rodeado por los hombres de La Nueve, quienes habían tenido el honor de recuperar la capital gala.

Para la historia quedan las imágenes de aquellos turbulentos días, en los que muchos aragoneses, dentro de esa mítica unidad, participaron en la liberación del que se había convertido en muchos casos en su país de adopción. También aquellas anécdotas ya famosas, como la que cuenta que uno de los primeros blindados que entraron en París llevaba el nombre de Teruel, quizás fruto de la añoranza de un puñado de aragoneses que seguía echando de menos su tierra en la distancia.
Sergio Martínez Gil
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza