EL MITO DE PYRENE Y LA CREACIÓN DE LOS PIRINEOS

Hoy nos ponemos un poquito menos científicos y vamos a hablar de un precioso mito griego que nos encanta y que no es otro que el de Pyrene y la formación de los Pirineos. En la llamada «Edad de los Héroes«, lo que ahora es la cordillera pirenaica era por entonces una región llana y profusamente boscosa que formaba parte de los dominios del legendario rey Tubal. Este tenía una hija, Pyrene, y tal era su belleza que enloquecía a todo hombre que la conocía, aunque ella los rechazaba a todos.

Uno de los mayores héroes de toda la Hélade, Heracles (más conocido con el nombre latino de Hércules), llegó a las tierras de Tubal en su camino para completar los famosos doce trabajos que le había impuesto su mezquino primo Euristeo. Durante su viaje Heracles vagaba por los bosques hasta que un día conoció a Pyrene y ambos quedaron inmediatamente prendados. Lo que viene siendo amor a primera vista.

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Durante meses, Pyrene y Heracles se veían todos los días a escondidas en los profundos bosques de Iberia hasta que, finalmente, Tubal los descubrió. El rey prohibió a su hija volver a ver a Heracles y a este le obligó a salir de sus dominios, aunque el griego siempre permaneció pendiente de su amada aún en la distancia.

Tiempo después, Pyrene se encuentra con Gerión, un monstruo gigante de tres cuerpos con sus respectivas cabezas, que de inmediato se queda prendado de ella. Pero Pyrene no le desea y además su amor sigue perteneciendo a Heracles. Sin embargo, el poderoso Gerión no acepta la negativa y comienza a perseguir a Pyrene que se esconde en las profundidades del bosque. Gerión no se da por vencido y, para hacer salir de su escondrijo a la bella princesa, prende fuego al bosque. Pyrene no claudica ante el monstruo y se interna aún más en la espesura quedando atrapada por el fuego. Viendo su inminente destino, comienza a llorar y sus lágrimas acaban formando los ibones, esos lagos helados de las actuales cumbres pirenaicas.

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Un águila que sobrevolaba la zona ve lo sucedido y vuela directa hasta donde se encontraba Heracles para avisarle. Este acude presto, pero solo llega a presenciar el último aliento de Pyrene. Heracles, desgarrado por el dolor, entierra a su amada en lo más profundo del bosque y comienza a apilar rocas sobre su tumba para formar un gran túmulo funerario. Cuenta la historia que le puso tal pasión que acabó formando un enorme mausoleo, que no es otro que la misma cordillera de los Pirineos que lleva su nombre en honor a la princesa. Viendo la vista aérea que os dejamos, realmente sí que le puso pasión, el bueno de Heracles.

Sergio Martínez Gil

Ldo. en Historia por la Univ. de Zaragoza

  1. Vídeo vía Universidad de Zaragoza.

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