Las grandes superproducciones de Hollywood nos presentan, en la mayoría de los casos, una cantidad ingente de paisajes y fotografías que suelen generalmente dejarnos con la boca abierta. Todos recordamos aquellas montañas infinitas de la Tierra Media en El señor de los Anillos, de Peter Jackson, o esas dunas que parecían no tener fin en los desiertos de Lawrence de Arabia, de David Lean. Paisajes que daban un sentido casi poético a las películas en las que se encuadraban, pero que además de ello cumplían con otro fin: el de dar a conocer lugares que, de no haber aparecido aquí, probablemente nunca habríamos dado con ellos.

Pero, ¿tenemos algún ejemplo similar en España y, más concretamente, en Aragón? Lo cierto es que más de un lector va a quedarse sorprendido por la cantidad de paisajes aragoneses que, casi sin darnos cuenta, han acabado de fondo en muchísimas obras del séptimo arte. Aragón es tierra de cine desde su cuna.
Casi al poco de nacer el cine, el genial Eduardo Jimeno Correas nos presentó en 1899 el primero de los muchos paisajes aragoneses que iban a empezar a aparecer en el cine patrio y extranjero. Evidentemente, hablamos de la famosísima Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza. La obra, que suele ser considerada erróneamente como la primera del cine español, es en realidad la segunda, ya que la primera fue Desfile del Regimiento de Castillejos, que se impresionó el 11 de marzo de 1897, pero acabó siendo desechada por falta de luz. En cualquier caso, la obra, que no supera el minuto de duración y que está encuadrada dentro del género “escenas naturales” que tanto sorprendían en la época, nos muestra un paisaje no solo bello sino también lleno de simbolismo histórico. El autor pudo elegir cualquier otro emplazamiento de la geografía aragonesa, o incluso cualquier escaparate de pinturas costumbristas de la época, pero sin embargo eligió algo tan simbólico como la plaza del Pilar. Quizá con el recuerdo aún fresco en el colectivo popular de los Sitios de Zaragoza, la basílica del Pilar se erigía como el lugar adecuado para grabar tan importante hito en la historia. O tal vez no, y todo fuese fruto de la casualidad.
Se había abierto la veda, y pronto quedó claro que el cine no iba a ser una moda pasajera, como bien estaba dejando claro en Francia el grandioso Georges Méliès. Aragón, desde ese momento, se mostró muy acogedora con la multitud de cineastas que decidieron rodar sus películas en sus bellos, diversos, evocadores y salvajes pueblos, escenarios y paisajes.

Apenas comenzado el siglo, Zaragoza aparece nuevamente como trasfondo para uno de los temas más candentes y prolíficos de la época. Y es que el grandioso Florián Rey nos teletransportó a la Zaragoza de los Sitios, con su filme de 1929 Agustina de Aragón, donde veríamos la consagración total y absoluta de Marina Torres. No obstante, también es cierto que la película no fue rodada solo en Zaragoza, compartiendo rodaje con Madrid, Barcelona y Sigüenza. Pero su tal vez más famosa obra fue rodada, esta vez sí, íntegramente en Aragón. Hablamos de la genial Nobleza Baturra. La película, de 1935, está rodada en los espectaculares pueblos zaragozanos de Borja y Bisimbre y, además, la obra fue uno de los mayores éxitos comerciales de la II República, no solo por la aparición de una brillante Imperio Argentina, sino por su mezcla de comedia y drama aderezado con folclore y jotas aragonesas. Después siguió Orosia (1943), rodada en los maravillosos parajes de Hecho, Ansó y la selva de Oza.
Este momento marca el inicio de una fructífera fase documental en el territorio aragonés. Con el estallido de la Guerra Civil española (1936-1939) Aragón será de manera natural (por su situación de frente continuo de guerra, casi hasta el final de la contienda) un escenario de rodaje de numerosos documentales sobre la guerra, durante la misma. Así encontramos al francés André Malraux rodando en la localidad de Teruel y su sierra. Pero no fue el único, ni mucho menos. Desde el inicio, ambos bandos supieron hacer uso del cine como uno más entre los medios propagandísticos a los que tenían acceso. José María Claver en su libro El cine en Aragón durante la Guerra Civil es capaz de catalogar al menos 100 filmes, los cuales fueron rodados en el mismo lugar donde se producían los hechos. Aunque cabe destacar que la grabación fue muy prolífica no solo en territorio aragonés.
Como testigo eterno de lo que fue y nunca más debería ser, quedaron las ruinas del zaragozano pueblo de Belchite, que no mucho tiempo después se convirtió sin ninguna duda en el escenario más demandado de todo el territorio aragonés. Su condición de recuerdo perpetuo de los desastres de la guerra, con los edificios casi totalmente destruidos, transportan a otra época a todo aquel que posa su mirada por allí.
Su magia aún a día de hoy se mantiene intacta y sigue siendo elegida por todo tipo de empresas para ser la fotografía

perfecta en sus rodajes. Para el recuerdo quedará el paso de Arnold Schwarzenegger, por el set de rodaje del anuncio de su último videojuego (mayo del 2016); algunas escenas de El laberinto del fauno (2006), de Guillermo del Toro; ¡Buen viaje, excelencia! (2003), de Albert Boadella; o la divertidísima película de Terry Gilliam Las aventuras del barón Munchausen (1988).
Sin embargo, la Guerra Civil española no ha tenido como único punto de interés las ruinas de Belchite. Por la geografía aragonesa se han ido repartiendo diferentes sets de rodaje, y no siempre necesariamente de financiación exclusivamente española. Así pues, nos encontramos con que Alcañiz, Calaceite, La Fresneda, o Albalate del Arzobispo fueron lugares donde se rodaron escenas de la película de Vicente Aranda Libertarias (1996); o también que Sos del Rey Católico se convertiría en el lugar de rodaje de la obra de Luis Garcia Berlanga La Vaquilla (1985); o incluso que llegaríamos a ver al británico Ken Loach por los montes del Maestrazgo turolense, rodando en Mirambel su obra Tierra y Libertad (1995).
Y es que si algo tiene Aragón de atractivo para la industria cinematográfica es su riqueza y diversidad natural y patrimonial. Del ocre color de las sierras turolenses podemos pasar al verde del Pirineo o a los áridos y desolados Monegros; de las espectaculares vistas del castillo de Loarre podemos bajar a las interminables filas de los viñedos de Cariñena; del despoblado paisaje comarcal podemos pasar a la poblada urbe capital. De hecho, tanto es así que incluso sus carreteras fueron protagonistas paisajísticas en Carreteras secundarias (1997), de Emilio Martínez-Lázaro. Otro gran protagonista silencioso ha sido el parque natural del Moncayo. En la famosísima Doctor Zhivago (1965), del ya citado David Lean, aparece como telón de fondo tras unos andenes haciéndose pasar por los montes Urales -eso sí, una parte también fue rodada en Soria-. O incluso el popularísimo Paco Martínez Soria protagonizó en sus alrededores una de sus comedias: Vaya par de gemelos (1977).

Como se puede apreciar, no es que nuestra tierra haya ido precisamente escasa de zonas de rodaje. Y todavía hay más. A partir de los años 80, los rodajes se multiplicaron espectacularmente por las tres provincias aragonesas, hasta el punto de que el Gobierno de Aragón editó en 1993 un libro escrito por Félix Zapatero, Aragón, un espacio de cine, que promocionaba a nuestra región como plató cinematográfico. La adaptación de la obra de Ramón J. Sender, Crónica del alba, fue rodada en Albarracín y Loarre, dirigida por Antonio José Betancor y denominada Crónica del alba – Valentina (1982), con Jorge Sanz y Anthony Quinn a la cabeza del reparto. Pero no fue la única obra de Sender, que sería rodada en Aragón, y es que Réquiem por un campesino español fue rodada en 1985 por Francisco Betriú en tres pueblos cercanos a Calatayud, Chodes, Arándiga y Embid de la Ribera.
Pero volviendo a Loarre y su castillo, encontramos otra prolífica localización donde se han rodado títulos muy variados: desde la Infantil El niño Invisible (1995), dirigida por Rafael Monleón y protagonizada por los entonces famosísimos “BomBom Chip”, a la popular obra de Ridley Scott, El Reino de los cielos (2004), que contó con la participación de actores

como Liam Neeson y Orlando Bloom, y que transformó las inmediaciones del castillo de Loarre en una villa medieval.
Ese mismo escenario sirvió para el rodaje de 2006 de la película Miguel y William, de Inés París. También el mismísimo Charlton Heston viajó a tierras aragonesas en el año 1988 para rodar en diversos escenarios entre los que se encontraban Loarre, el monasterio de Veruela -en el Moncayo-, y la Aljafería de Zaragoza, para grabar varios capítulos de una serie televisiva dedicada a la historia de la ópera, llamada Opera Stones. Y, por cierto, también en el monasterio de Veruela se rodó La marrana (1992), de José Luis Cuerda, y Los fantasmas de Goya (2006), de Milos Forman, con Javier Bardem.
Mención especial se ha de hacer a los Monegros. Como paisaje desolado e inhóspito ha sido sede de numerosos rodajes a lo largo del tiempo. Ya en los años 50 y 60, Los Monegros se convirtieron en plató de cine. Concretamente en 1956 se rodó Pasión bajo el sol, de Antonio Isasi Isasmendi; Salomón y la reina de Saba (1959), de King Vidor; o El ataque los kurdos (1965), de Gottieb. También ese mismo año se rodó el western Cinco pistolas de Texas, entre

otros muchos títulos. Así hasta llegar a una de las películas más emblemáticas: Jamón, Jamón (1992), de Bigas Luna, donde la jovencísima y oscarizada Penélope Cruz rodaba con su actual marido, bajo la sombra del toro de Osborne, una de las escenas más tórridas de la película. Pero es que no hablamos solo de cine: cortometrajes, spots de destacadas marcas, y videoclips de artistas tan conocidos como Héroes del Silencio, Jarabe de Palo, Macaco, o , más recientemente, de Pablo Alborán, se han rodado en la estepa monegrina. ¿Qué tiene este espacio que lo hace tan especial? Pocos lugares evocan tanto con tan poco.

Me dejo en el tintero muchos enclaves del territorio aragonés, como los viñedos de Cariñena, la estación de Canfranc, el paseo de Independencia de Zaragoza, el espectacular castillo de Albarracín, o la Semana Santa de Calanda. Pero realmente es imposible señalarlos todos.
Con esta pequeña reseña he querido dejar claro el encanto que Aragón posee, no solo como región histórica y lugar de paisajes extraordinarios, sino también como escenario de cine en categorías y géneros muy variados. Hemos visto cómo, de norte a sur, a lo largo y ancho de la geografía aragonesa, todos los colores, formas, peculiaridades y su variedad paisajística ha hecho de Aragón el plató de numerosas películas de muy diferente índole, y que, como veremos en los siguientes artículos, no se ha resumido meramente a los paisajes. Porque el valor del cine en Aragón no se queda solo en su fotografía, sino que nace desde ella y se desarrolla como un árbol fuertemente arraigado en su tierra que dará origen a genios del séptimo arte que aún a día de hoy perduran. Pero eso es otra historia.
Alan López Garrido
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza
BIBLIOGRAFÍA
- Sánchez Vidal, A.; El siglo de la luz I. Del kinetógrafo a Casablanca (1896-1946), Ed. Caja de Ahorros de la Inmaculada, Zaragoza, 1996.
- Claver Esteban, J.Mª.; El cine en Aragón durante la Guerra Civil, Ed Ayuntamiento de Zaragoza, Zaragoza, 1997.
- Zapatero, F.; Aragón, un espacio de cine, Ed. Gobierno de Aragón, Zaragoza, 1993.