En una soleada mañana de finales de 1899, el zaragozano Eduardo Jimeno Correas salió de su casa hacia la céntrica plaza del Pilar con un equipo un tanto peculiar. Llegó frente a una de las puertas del templo, colocó estratégicamente una gran escalera de doble hoja que llevaba consigo y se subió a ella con un curioso artilugio: una máquina de cine Lumière comprada en la ciudad francesa de Lyon. Eduardo, subido a la escalera, comenzó a rodar a las gentes que salían de escuchar la misa de las 12 de la Basílica-Catedral del Pilar. Unas gentes que no sabían muy bien qué diablos estaba haciendo ese señor subido a la escalera con su estrafalario instrumento. Días más tarde y tras revelar la película de apenas dos minutos de duración y algo más de 12 metros de celuloide en el pequeño laboratorio que montó en la Posada de las Almas de la calle San Pablo, Eduardo proyectó la película en una sala que tenía en el Paseo de la Independencia.
Los zaragozanos ya habían empezado a ver algunas obras cinematográficas que venían desde Francia, pero la posibilidad de poder verse ellos mismo o a familiares o amigos en ese novedoso e increíble invento hizo que el primer día de estreno estuvieran proyectándola alrededor de 12 horas, según una entrevista que se le realizó años más tarde al propio creador.
Durante mucho tiempo, sobre todo fomentado en época del franquismo, se dijo hasta la saciedad que esta fue la película más antigua del cine patrio, de forma que dicho bulo acabó calando entre la sociedad. Distintas investigaciones han confirmado que no fue así, pero sí que es la película de origen nacional más antigua que se conserva. La más antigua fue rodada por el propio Eduardo y también en Zaragoza, «Desfile del regimiento de Castillejos«, rodada un 11 de marzo de 1897. Sin embargo, esta película se ha perdido y no ha llegado hasta nuestros días, al contrario que el film que «Salida de misa de 12 del Pilar«.
Con motivo de la celebración del que se dijo fue el centenario de tal efeméride, en 1996 se realizó una recreación de época sobre el mismo, y se encargó la realización de una escultura para conmemorarla. Se terminó por encargarla al escultor Manuel Arcón, quien realizó una escultura a cuerpo entero de Eduardo Jimeno con su máquina Lumière. Curiosamente, por aquél entonces los descendientes todavía conservaban la máquina y el escultor pudo tomar las medidas y la formología de esta. Así pues, la reproducción que hoy podemos contemplar situada en la plaza de Ariño junto a la calle don Jaime es exactamente igual a la máquina, tanto en forma como en tamaño, a la que hace más de un siglo se usó para rodar una de las obras más antiguas del cine.
Sergio Martínez Gil
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza