LOS TEMPLARIOS EN ARAGÓN (PARTE III)

LAS ENCOMIENDAS DEL TEMPLE EN ARAGÓN Y SU PAPEL

Aragón contaba con un buen puñado de encomiendas y fortalezas templarias repartidas por todo el territorio, aunque destacan por su mayor número la de las actuales provincias de Zaragoza y Teruel. En total contaron con 19 encomiendas: 3 en Huesca, 11 en Zaragoza y 5 en Teruel; y con 13 fortalezas principales: 2 en Huesca, 5 en Zaragoza y 6 en Teruel.

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En la provincia turolense, la Orden del Temple contó con varios señoríos, de los cuales los más importantes fueron los de Alfambra, Villel, Libros, Fuentes Calientes, Castellote y Cantavieja, destacando esta última, que muy pronto se convirtió en una encomienda totalmente independiente y que lideraba las acciones templarias tanto en el Maestrazgo turolense como en el de Castellón. De Cantavieja dependieron localidades como Villarluengo, La Iglesuela o Mirambel. También destacó la encomienda de Castellote, que contaba con una fortaleza de entidad de la que hoy todavía se pueden ver parte de la torre del homenaje y el refectorio, y que tuvo permiso por parte de Jaime I desde 1268 para contar con un mercado propio, privilegio que en el medievo era difícil de conseguir.

En la provincia de Huesca destaca el famosísimo y anteriormente mencionado castillo de Monzón, que fue entregado junto a la villa al Temple en el año 1143, a cambio de que los templarios olvidaran el testamento de Alfonso I el Batallador. Monzón fue la encomienda más rica no solo del reino aragonés, sino de toda la Corona de Aragón. Tenían derechos sobre los diezmos de una región importante, incluida Lérida. Se emplearon en el desarrollo de un sistema de acequias alrededor del río Cinca, con el que aumentaron la productividad agraria, además de tener derechos de paso sobre puentes y barcas.

La capital oscense también contó con su propia encomienda templaria con un importante patrimonio, la mayoría en la misma ciudad, y que constaba de numerosas fincas. De hecho se podría decir que los templarios fueron verdaderos promotores inmobiliarios en la ciudad, urbanizando varias zonas. Esto provocó numerosos litigios con el obispado de Huesca, llegando así a la intervención del papa Inocencio III. A finales del siglo XII, esta encomienda contaba con numerosas posesiones en diferentes localidades como Liesa, Luna, Jaca, Ricla o Almudévar.

Ya en la provincia zaragozana destacaron las encomiendas de Novillas, Ambel, Boquiñeni, Pina, Ricla/Calatayud y la de la propia capital del Ebro. La más antigua fue la de Novillas, a la que también perteneció en un principio la de Zaragoza, aunque con el tiempo fue perdiendo fuerza. Hoy en día no nos ha llegado ningún resto de las edificaciones templarias que se sabe existieron en Novillas. Fueron importantes  las posesiones de tierras que la orden tuvo a lo largo del valle medio del Ebro. En la propia Zaragoza también acumularon, al igual que en Huesca capital, un importante número de propiedades. Se conoce que su convento y sede estuvo en el casco antiguo de la ciudad, junto a la actual calle del Temple a la que le ha dado nombre, pero esta edificación también se perdió.

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Fortaleza templaria de Castellote (Teruel)

Aunque tras las primeras donaciones a los templarios en la década de los treinta del siglo XII estos todavía tardaron en llegar y asentarse con firmeza, finalmente se insertaron en la vida de ciudades y pueblos aragoneses. Alcanzaron un gran poder financiero, apoyando en ocasiones a la corona aragonesa cuando esta reclamaba dinero para sus costosas campañas militares. De ahí una de las razones del estrecho lazo de unión que esta orden tuvo con la monarquía. Desarrollaron también la agricultura en sus encomiendas, y desempeñaron un papel importantísimo en la repoblación de Aragón conforme se fueron ganando tierras a los musulmanes, sobre todo en zonas como el Maestrazgo, donde recibieron numerosas cartas de población por parte de los monarcas. Sin duda la Orden del Temple dejó una enorme huella en nuestro territorio en multitud de aspectos que, en muchas ocasiones, son olvidados.

LA DISOLUCIÓN  DEL TEMPLE EN EL REINO DE ARAGÓN

En el año 1291 cayó San Juan de Acre, último reducto cristiano en Tierra Santa, lo que significó el fin definitivo del Reino Latino de Jerusalén. Los cruzados se retiraron a la cercana Chipre, incluidos los templarios, que en 1301 participaron en un intento de volver a poner el pie en Siria y Palestina, que fracasó ante la fuerza de los sultanes mamelucos y el cada vez mayor desinterés de los monarcas europeos en el por entonces ya trasnochado espíritu de cruzada. Desde décadas anteriores se habían intentado revitalizar los moribundos estados cruzados con un proyecto de unión entre las órdenes del Hospital y el Temple, en el que participó activamente el mallorquín Ramón Llul, pero finalmente fracasó.

El desastre en Oriente hizo que se resintiera mucho la reputación de ambas órdenes militares en Europa, lo que fue utilizado como arma para la disolución de los templarios. En ello tuvo mucho que ver Felipe IV de Francia, cuyas apuradas arcas reales, debido a los constantes frentes de guerra, necesitaban de nuevos e importantes ingresos. El monarca francés, convencido del mito de los enormes tesoros que guardaban los templarios en sus encomiendas en Francia, una de sus principales sedes europeas, comenzó una efectiva campaña de desprestigio. Favoreció la divulgación de mitos y leyendas sobre estos, que fueron creando un poso para que se hiciera deseable su disolución. Finalmente, el 13 de octubre de 1307 sus hombres comenzaron una redada a gran escala por todo el país en la que se detuvo a los caballeros templarios, a su gran maestre Jacques de Molay y se desmanteló la orden en el país galo.

Se les acusaba de renegar de Cristo, adorar a ídolos, de homosexualidad, etc. Felipe IV no dudó en usar la tortura para obligar a confesar la veracidad de esas acusaciones a los templarios. El papa Clemente V, también francés, y temeroso ante las presiones del monarca galo, ordenó al resto de príncipes de la cristiandad que detuvieran en sus respectivos territorios a todos los templarios. Los reyes de Inglaterra, Portugal y Aragón no estaban en absoluto de acuerdo, pero finalmente acataron las órdenes de Roma, entre otras cosas porque vieron una oportunidad de enriquecerse con la incautación de sus bienes, aunque no llegaron a ejecutar las penas de muerte que sí que se llevaron a cabo en Francia.

Ejecución Jacques de Molay
Ejecución de Jacques de Molay

En el Reino de Aragón, Jaime II actuó en las primeras semanas con cautela tras recibir varias cartas de Felipe IV de Francia. No quiso en un principio llevar a cabo ninguna acción en contra del Temple, pero tampoco llegó a tranquilizar a los emisarios de la orden que se presentaban ante él. Pero llegado el mes de diciembre de 1307, la actitud del monarca aragonés cambió. Él mismo lo explica en un documento, y se basa en la llegada a su poder de las confesiones que se les había arrancado bajo tortura a Jacques de Molay y a otros caballeros. Tras leerlas, Jaime mandó detener al maestre templario en Aragón, así como a todos los caballeros que se hallasen en la Corona. Muchos fueron detenidos, pero otros, que habían sido previsores ante la situación de incertidumbre, pertrecharon sus castillos y se aprestaron a resistir en Monzón, Chalamera, Cantavieja, Villel, Libros y Castellote. Los templarios pusieron en marcha un repliegue defensivo muy bien organizado. Mientras, tanto la nobleza como el monarca se aprestaron a ocupar aquellas tierras y castillos que el Temple no había podido defender por falta de tiempo o de medios. No fue hasta febrero de 1308 cuando las tropas de Jaime II comenzaron a asediar y a asaltar las fortalezas templarias que resistían. Tras varios meses se rindió Cantavieja, luego Libros, Villel y resto de plazas del sur de Aragón. Tan solo resistían ya Monzón y Chalamera en Aragón, para cuya rendición el rey mandó utilizar las técnicas de asedio más modernas del momento.

Finalmente, ambas se rindieron el 24 de mayo de 1309 tras un año y tres meses de asedio, siendo los templarios que más tiempo resistieron en la Corona de Aragón. La resistencia del Temple aquí fue mucho más dura que en otros lugares de Europa, aunque también es cierto que tuvieron más tiempo para prepararse. Los supervivientes fueron interrogados, pero finalmente fueron declarados inocentes en el Concilio de Tarragona de 1313.

A nivel formal, la Orden del Temple desapareció en 1312 por orden del papa en el Concilio de Viena. También se decidió que sus antiguas posesiones, o al menos las que quedaban, debían ir a parar a manos de la Orden del Hospital. Pero esto no fue muy bien visto en los reinos hispánicos, puesto que se temía que los hospitalarios lograran un poder desmedido y se convirtieran en un problema. Finalmente, y tras arduas negociaciones, la mayor parte de las antiguas posesiones del Temple en la Corona de Aragón fueron a parar a los hospitalarios, aunque otras se perdieron por el camino, llegando a manos de la corona y a algunos miembros de la alta nobleza.

Así acabó la historia del Temple en el Reino de Aragón. De forma abrupta y disgregándose sus posesiones. Cuando se habla de ellos en nuestra tierra la mayoría de las veces nos quedamos con su estancia en Monzón, una de las más llamativas, sin duda, pero ni mucho menos la única. La Orden del Temple, más allá de la mitología que se creó a su alrededor, tuvo un papel muy importante, tanto en la expansión territorial del reino y de la Corona de Aragón, así como en su papel repoblador, sobre todo en Teruel, donde varias poblaciones existen debido a su origen templario.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza

cruzadas LOS TEMPLARIOS EN ARAGÓN (PARTE I)

Panoramica Castillo de Monzón con Pirineos nevados LOS TEMPLARIOS EN ARAGÓN (PARTE II)

BIBLIOGRAFÍA

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