JAIME I: EL GRAN CONQUISTADOR DE LA CORONA DE ARAGÓN (PARTE I)

Jaime I, conocido como el Conquistador, fue una de esas figuras clave en el devenir histórico en lo que fue la Corona de Aragón, pero también para el propio Aragón, pues prácticamente los límites que marcó al reino aragonés son los que hoy en día siguen existiendo, incluido el no tener la tan ansiada salida al mar que tanto se buscaba por entonces. Pero no adelantemos acontecimientos.

Jaime nació el 2 de febrero de 1208 en la actual ciudad francesa de Montpellier, por entonces uno de los señoríos que tenía la Corona de Aragón en el sur de Francia. No fue casualidad que naciera allí, pues su madre era María, hija del señor de Montpellier y descendiente por parte de madre de nada menos que de los emperadores de Bizancio.

María fue la esposa de Pedro II el Católico de Aragón, y cuentan las malas lenguas que este no la podía ni ver, y que pasó con ella la noche de bodas y poco más. Pero la corona necesitaba un heredero, así que sus nobles lograron engañarle (se dice que le dieron unas cuantas copas de más) y le llevaron a una alcoba donde le dijeron que le esperaba una hermosa doncella. Por lo que se ve, el bueno de Pedro iba un poco afectado y yació con su esposa sin saber que era ella, y a lo que se percató del embuste montó en cólera, pero el “trabajo” ya estaba hecho. De esa mentira acabó naciendo el futuro Jaime I.

Pedro II se quedó tan agraviado por el engaño que nunca le tuvo especial cariño a su hijo, al que no conoció hasta que este cumplió dos años. De hecho, al poco llegó a un acuerdo con Simón de Montfort, líder de la cruzada contra los cátaros del sur de Francia, para casar a Jaime con una hija del noble francés e intentar apaciguar la situación política en Occitania, donde la Corona de Aragón tenía enormes intereses. Por el acuerdo, Jaime fue recluido en el castillo de Carcasona durante varios años.

Pero en septiembre de 1213 todo cambió. Pedro II se jugó el futuro a una carta, luchando contra los cruzados franceses y papales para defender a sus vasallos del sur de Francia. De vencer, el gran proyecto de una gran Corona de Aragón a ambos lados de los Pirineos que abarcara desde el Ebro por el sur hasta el Ródano por el norte estaría mucho más cerca. Pero la moneda salió en cruz, y Pedro  murió en la Batalla de Muret (1213), hiriendo de muerte ese gran sueño. Con la derrota, la mayor parte de los dominios de la corona en Occitania se perdieron, y además el heredero al trono, Jaime, se encontraba en territorio francés y en manos de los enemigos de Aragón. Gracias a las presiones de Roma, Jaime fue liberado y conducido a Monzón, donde pasó el resto de su infancia encomendado a los caballeros de la orden del temple, hasta que en las cortes generales de Lérida entre aragoneses y catalanes en 1218 fue declarado mayor de edad, comenzado así oficialmente su largo reinado cuando tan sólo tenía diez años.

La primera década de su gobierno fue complicada, pues la nobleza había perdido la posibilidad de lograr riquezas en las campañas militares en el sur francés, y una nobleza ociosa, que siempre tiene reclamaciones  y más cuando se cree fuerte por tener un monarca de corta edad, siempre supone un foco de inestabilidad. Y de hecho así fue. En el Reino de Aragón se produjo una alianza entre buena parte de la nobleza y algunas de las ciudades más importantes, como Jaca, Huesca y Zaragoza, lo que llevó a Jaime a ser en la práctica, un prisionero en su propio reino. Incluso en 1227 tuvo que afrontar un levantamiento de nobles liderado por su tío, el infante Fernando, que sólo pudo ser aplacado gracias a la intervención del papado y la firma de la Concordia de Alcalá. Pero lo que realmente solucionó las tensiones internas fue la reanudación de la conquista contra los musulmanes. Una vez perdidas las esperanzas de una Corona de Aragón al norte de los Pirineos, y ya incapaz de poder competir ante un cada vez más pujante Reino de Francia, el rey aragonés decidió mantener ocupada a la nobleza reanudando la expansión  por la península ibérica, y el primer objetivo iba a ser Mallorca.

Las islas Baleares siempre habían supuesto un grave problema para el comercio por el Mediterráneo por parte del condado de Barcelona, fundamentalmente, debido a la piratería islámica. De hecho ya en 1114 Ramón Berenguer III el Grande y la República de Pisa llevaron a cabo su conquista, pero en ese momento estaban más interesados por el botín que en asentarse en la isla mallorquina, por lo que pronto la abandonaron, volviendo a manos musulmanas.

Los mercaderes de Barcelona, Tarragona y Tortosa pidieron ayuda al rey para poner fin a ese problema, e incluso pusieron sus naves al servicio de la corona,  llegando al acuerdo en diciembre de 1228 de preparar la invasión. La nobleza aragonesa propuso lo mismo, pero diciendo que la empresa debía ser dirigida hacia Valencia, pues era su zona de expansión natural y estaban deseosos de lograr una salida directa al mar para el Reino de Aragón, una vieja aspiración desde tiempos de Alfonso I el Batallador. Sin embargo, esta campaña fue pospuesta, dándose prioridad a la mallorquina, en la que también participaron los aragoneses, pero fue principalmente una expedición catalana, al igual que la repoblación posterior (aunque sí que hubo repobladores aragoneses, a pesar de haberse intentado tapar este hecho).

El 5 de septiembre de 1229 zarpó de los puertos de Tarragona, Salou y Cambrils una escuadra de 155 naves, con 1.500 caballeros y unos 15.000 infantes, que para diciembre de ese mismo año ya se había hecho con el control de la isla salvo con un pequeño reducto en la sierra de Tramontana que resistió hasta 1232. A pesar de los deseos de anexión directa al condado de Barcelona por parte de la nobleza y la burguesía mercantil, Mallorca fue pronto constituida como un nuevo Estado dentro de la Corona de Aragón, definido como Regnum Maioricarum et insulae adyacentes. También fue sometida Ibiza, pero no se hizo lo mismo con Menorca, pues las disputas entre los nobles pos el botín, así como la epidemia que se desató entre las mesnadas del rey hicieron que Jaime no contara con fuerza suficiente para acometer su conquista. Aún con todo, logró gracias a la acción diplomática de los nobles aragoneses Pedro Maza y Assalido de Gudal, así como del noble catalán Bernaldo de Santa Eugenia y el nuevo comendador del temple en las Baleares, que Menorca jurara vasallaje a los reyes de Aragón. Pero no sería hasta 1287 cuando fuera conquistada por las tropas de Alfonso III. Fue entonces cuando le llegó el turno a Valencia, pero de eso hablaremos en la segunda parte del artículo.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza