Hay veces que si los escritos se escuchan, pueden descubrirte un mundo. Hoy queremos enseñar a escucharlos. Algunos pequeños fragmentos textuales constituyen una auténtica mina de oro para los investigadores, ya que aportan una gran cantidad de información o dan pie para hablar sobre multitud de temas. No os imagináis la de escabrosos y morbosos asuntos que pueden tratarse a través de unas pocas líneas de una buena pluma, ácida, mordaz e implacable como era la de nuestro poeta Marcial, oriundo de Bílbilis (actual Calatayud) . Os dejamos un poema suyo al que como historiadores le extraeremos todo su jugo:
“Ya que te jactas de ser paisano de los corintios –oriundos de la ciudad griega de Corinto-,
Carmenión, sin que nadie lo niegue,
¿por qué soy llamado hermano tuyo, nacido yo
de iberos y celtas, y ciudadano del Tajo?
¿Acaso parecemos ser iguales en apariencia?
Tú paseas radiante con tu acondicionada cabellera,
y yo, contumaz, con mis greñas hispanas;
tú liso por el depilatorio de todos los días,
y yo con hirsutas piernas y mejillas;
tienes boca balbuciente y débil lengua,
hasta mi hija hablará más fuerte:
tan dispar del águila no es la paloma
ni el huidizo corzo del inexorable león.
Por lo tanto, deja de llamarme hermano
para que, Carmenión, no te llame yo hermana.”
Pocas veces unas pocas líneas dan para tanto. A través de este poema y gracias al excepcional trabajo de Francisco Marco Simón, Gabriel Sopeña y Silvia Alfayé en el libro Aragón Antiguo. Fuentes para su estudio, en el cual se basa el resto del artículo; puede hablarse de diversos aspectos, como el origen de los celtíberos, los tópicos acerca de los diferentes pueblos del Imperio Romano, la romanización y la mentalidad sexual de la época; ahí es nada.
Tradicionalmente se enseñaba en las escuelas que los celtíberos, que habitaban en gran parte del actual Aragón, eran un pueblo fruto de la mezcla de iberos y celtas. Esto es así porque autores de la Antigüedad como Diodoro de Sicilia, Posidonio de Apamea y Apiano explicaban el origen de los celtíberos mediante una mezcla de celtas con un sustrato anterior ibero. Marcial, al proclamarse como descendiente de celtas e iberos por ser ciudadano de Bílbilis, una ciudad situada en la Celtiberia, manifiesta creerse esta leyenda urbana que circulaba en la Antigüedad.
Sin embargo, otros autores de la Antigüedad como Isidoro de Sevilla o Estrabón nos dicen que el origen de los celtíberos se debe a una emigración desde la Galia de celtas que se asentaron en la Celtiberia, sin hablarnos para nada de los iberos. Hoy en día, es asumido de manera casi unánime por los historiadores que el término celtíberos proviene de “celtas de Iberia”, que era como los griegos llamaban a la península, y no de “celtas más iberos”, que es lo que ha dado pie a esta confusión. Es decir, que aunque los celtíberos fueran un pueblo vecino de los iberos y que por tanto, debió de existir algún tipo de contacto cultural e incluso mestizaje, los celtíberos eran completamente celtas y no una mezcla de celtas con un sustrato ibero anterior.
Cambiando de tercio, la gente cuando lee sobre historia es teletransportada a mundos completamente diferentes al nuestro y se olvida de que aquellos hombres eran seres humanos como nosotros. Digo esto porque igual que hoy en día existen tópicos sobre las diferentes naciones, casi siempre infundados, como que los ingleses son flemáticos y los franceses chovinistas, en la Antigüedad también existían este tipo de rumores.
Para los romanos el resto del mundo era tierra de bárbaros. Al norte vivían los celtas, que por el excesivo frío y humedad tenían un exceso de fiereza, llevaban barba o bigote, pelo largo y eran unos salvajes incivilizados. Por otra parte, los orientales, debido al excesivo calor y sequedad eran adictos a la molicie y al fornicio, además de afeminados que no pudieron construir un imperio por ser unas nenazas. Y en el centro del Mediterráneo estaban los romanos que disfrutaban de un clima moderado y templado, lo que les aportaba la suficiente finura como para desarrollar una civilización y la suficiente fiereza como para construir un imperio, siendo un pueblo agricultor y civilizado pero también aguerrido. Todo esto queda muy bien reflejado en este poema de Marcial en el que se describe a sí mismo como un auténtico macho ibérico frente al griego Carmenión, definido por su feminidad.
Este texto también constituye una ventana al proceso de romanización. Cuando se habla de romanización la gente piensa en un proceso por el cual los indígenas, invadidos por los romanos, asimilan la cultura, lengua y costumbres romanas. Pero ¿qué es lo romano? Los teatros, circos, termas y bibliotecas son de origen griego, el uso del arco en la construcción de origen etrusco, las vías romanas de origen persa, las típicas espadas romanas de origen celtíbero, los toneles de origen galo e incluso había una unidad de élite en el ejército romano que era de honderos baleáricos. La romanización fue un proceso de simbiosis, de intercambio cultural entre los dominadores y los dominados. Roma lo que hizo fue comunicar a los diferentes pueblos del Mediterráneo, crear una cultura común y transportar por todo el Mediterráneo los avances de las diferentes culturas con las que se encontró a su paso.
El poema muestra muy bien ese proceso de simbiosis, de intercambio cultural. Marcial vivió treinta años en Roma y cuando escribió esto, estaba próximo su regreso a su Bílbilis natal. Además era conocedor del poema de Cátulo que dedicó a su compatriota Egnacio de la Celtiberia, al que descalificó por ser greñudo, llevar barba y lavarse los dientes con orina, costumbre que según autores de la Antigüedad tenían los celtíberos. Lo que tenemos en este texto es a un indígena diciendo a los romanos que por muy celtíbero que sea es mucho menos bárbaro que ellos, que han dejado de ser un pueblo agricultor y aguerrido para convertirse en urbanitas afeminados como el griego Carmenión.
Por último, nos queda hablar de la visión que tienen aquellas gentes de las relaciones sexuales y que queda ejemplificada en estos versos de Marcial. En la actualidad llamamos homosexuales a aquellas personas que mantienen relaciones sexuales con personas de su mismo sexo biológico, indiferentemente de si son amantes activos o pasivos. Pero la palabra homosexual no aparece hasta el siglo XIX. En la Antigüedad no existe esa etiqueta, existe el fuerte y el débil. En ese contexto el débil es la mujer o el afeminado, ya que son considerados amantes pasivos, y el fuerte es el macho alfa por ser el amante activo. No importa si uno se acuesta con hombres, con mujeres o con ambos, lo que importa en esa sociedad es si eres fuerte o débil, si eres un dominador o un dominado. Esta mentalidad es corroborada incluso por la arqueología. Baste tan sólo un ejemplo: en la Copa Warren, situada en la cabecera del artículo, se representa una escena homosexual en la que aparece el amante activo personificado con barba y el pasivo sin barba.
Sabemos por la literatura clásica que a los amantes masculinos se les llamaba hermanos y a las amantes femeninas hermanas. Al llamar Carmenión hermano a Marcial, lo que está diciendo es que son amantes. Lo que está haciendo Marcial con este poema es disuadir a Carmenión de que le siga llamando hermano, desmentir que tenga algún tipo de relación sexual con él y por si eso no bastara, dejar bien claro quien de los dos es el viril, el macho alfa y quien el afeminado. No sólo Marcial es el greñudo, barbudo, de pelo en pecho y en las piernas y Carmenión el de cabellera acondicionada y depilado, sino que además tiene voz de nena y una niña podría ganarle en oratoria. Esto es así porque en la época se concebía la oratoria como un combate de palabra, una actividad muy viril. Puede que la comparación entre un águila y una paloma tampoco sea muy inocente. De estos versos se deduce que el águila sería Marcial y la paloma Carmenión. Pues bien, el águila representaba a Júpiter, que tenía un amante joven y bello, llamado Ganímedes, que era el copero de los dioses. Así que puede que lo que quisiera decir es que él era como Júpiter y Carmenión como Ganímedes, ¿quién sabe?
Como veis, nuestro querido Marcial no daba puntada sin hilo.
BIBLIOGRAFÍA
- Marco Simón, F., Alfayé Villa, S. y Sopeña Genzor, G.; “Los celtíberos” en Sopeña Genzor, G. (ed.); Aragón Antiguo. Fuentes para su estudio, Departamento de Ciencias de la Antigüedad de la Universidad de Zaragoza, 2012.
Santiago Navascués Alcay
Doctor en Historia por la Univ. de Zaragoza