ALFONSO V CONQUISTA NÁPOLES

El 2 de junio del año 1442 Nápoles se rindió a Alfonso V de la Corona de Aragón, que se convirtió también en rey de las Dos Sicilias. No era esta la primera vez que un rey aragonés ambicionaba poseer la corona napolitana, que en esa época era una barrera estratégica de primera magnitud frente al expansionismo de los otomanos, además de permitir bases en mitad del Mediterráneo para garantizar el comercio de la corona. Pedro III el Grande ya lo intentó a finales del siglo XIII contra los franceses, que también la ambicionaban, y el resultado fue que el Reino de Nápoles quedó dividido en dos (de ahí lo de Reino de las Dos Sicilias), la parte continental, y la parte insular, es decir, Sicilia, que desde entonces pasó a estar dentro de la órbita de la Casa de Aragón.

Desde entonces, la Corona de Aragón siguió ambicionando la expansión por el Mediterráneo para apuntalar su proyecto como potencia del Mare Nostrum. Córcega, Cerdeña, algunas posiciones en el norte de África, y los Ducados de Atenas y Neopatria de forma temporal fueron cayendo en manos de los reyes de Aragón. Pero Nápoles siempre fue la gran joya que se seguía ambicionando.

Nos vamos ya un poco más adelante, al año 1420. Desde 1416 Alfonso V el Magnánimo era rey de la Corona de Aragón, aunque desde hacía un poco más era también rey de Sicilia, por lo que ya tenía cierta vocación italiana. Ese año, la reina Juana de Nápoles, acosada por el duque de Anjou decidió adoptar a Alfonso V como hijo y nombrarle heredero a cambio de que este la defendiera de los ataques franceses. Por supuesto, este era un caramelo demasiado apetecible como para rechazarlo, y Alfonso aceptó. Comenzó así una nueva guerra en suelo italiano entre aragoneses y franceses, como ya había ocurrido casi 150 años antes.

Las tropas de la Corona de Aragón lograron varias victorias frente a las del duque de Anjou, asegurando el reinado de la reina Juana. Esta, viendo ya el poder francés conjurado, comenzó a recelar de Alfonso V, hasta el punto de preparar una encerrona para intentar asesinarle. Sin embargo, Alfonso recibió noticia del engaño y no acudió, comenzando los enfrentamientos entre ambos. El rey aragonés llegó a verse sitiado en el napolitano castillo de Novo, pero la ayuda que recibió desde Sicilia y Cataluña le dio la vuelta a la situación y logró controlar Nápoles, huyendo la reina Juana que anuló la adopción de Alfonso y adoptó en cambio a su antiguo enemigo, el duque de Anjou. Alfonso V tuvo que regresar a la Corona de Aragón en 1423 por problemas internos, donde permaneció hasta 1432, cuando regresó a Italia para terminar su obra. Ya nunca volvería a sus Estados de la Península Ibérica.

Durante su ausencia, los aragoneses perdieron buena parte de las posiciones que habían ganado en la primera fase del conflicto. La guerra en Italia continuó, con constantes cambios de bando de la reina Juana, intervenciones del papado, del Sacro Imperio Romano Germánico, que pretendía dominar el norte de Italia, de Venecia, y por supuesto con la eterna intervención francesa en todo sarao que se montaba en Italia, pues siempre lo consideraron como su zona de expansión natural. En 1441, el ejército de Alfonso puso sitio a Nápoles que finalmente cae el 2 de junio de 1442. El Reino de Nápoles se unía así por fin a la Corona de Aragón, aunque el papa no reconoció a Alfonso como su rey hasta 1444.

A pesar de las constantes peticiones que le llegaban desde la península para que regresara a poner orden en la situación de caos que vivía la Corona de Aragón, Alfonso V nunca regresó, y pasó el resto de su reinado en Italia guerreando y consolidando su nueva corona italiana. Alfonso se destacó también por ser un auténtico príncipe del Renacimiento. Fue caballero y guerrero sin pausa, pero también formó en su corte napolitana uno de los grandes focos del Renacimiento italiano del siglo XV, siendo un gran mecenas de las artes, cosa que sus compatriotas peninsulares lo veían como un auténtico derroche. Muestra de su gusto por el arte fue el arco que mandó construir en la puerta de entrada del Castel Nuovo de Nápoles, dentro de su programa de reforma de dicha fortaleza. En la portada, hoy en día se siguen viendo las barras del rey de Aragón, además de la representación escultórica del desfile triunfal de entrada en Nápoles de Alfonso V en 1442.

Pero a su muerte en 1458 el Reino de Nápoles se desgajó de la Corona de Aragón. No tuvo hijos legítimos, por lo que los Estados Peninsulares pasaron a manos de su hermano, quien reinó como Juan II (el padre de Fernando el Católico). Pero Alfonso se empeñó en legar su gran obra napolitana a Ferrante –o Fernando-, uno de sus hijos ilegítimos, que pasó a ser Ferrante I de Nápoles. Sería ya con Fernando II el Católico cuando la Corona de Aragón recuperó de forma definitiva el Reino de Nápoles (cómo no, contra los franceses), permaneciendo ya bajo las barras del rey de Aragón hasta 1714.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza