SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL

En 1852 nació Santiago Ramón y Cajal en Petilla de Aragón, Navarra. Antes de empezar, y para no herir la susceptibilidad de ningún amigo navarro, Ramón y Cajal nació realmente en una localidad navarra, algo peculiar, eso sí, pues se sitúa en medio de territorio aragonés. Sin embargo, Cajal era hijo de padres aragoneses, y vivió casi toda su infancia, además de su formación académica en su juventud, en diferentes pueblos del Alto Aragón y en Zaragoza. Es por ello por lo que el propio Cajal siempre se consideró aragonés.

Su padre, Justo Ramón Casasús, era médico, y por su profesión llevó a la familia a vivir en diferentes pueblos del Alto Aragón. Hay que decir que el bueno de Cajal fue un poco bala perdida, si nos permitís la expresión, en su juventud. Al parecer le encantaba jugar a tirarse piedras con los demás en su infancia, además de burlarse de sus profesores. Pero también poseía un ingenio impropio de su edad, pues le apasionaban los avances tecnológicos y científicos de la época, además de sentir una gran curiosidad por fenómenos naturales como los rayos, los eclipses solares,… Su innata curiosidad le llevó incluso a fabricar él mismo un cañón de madera y hojalata. Su gran pasión de juventud fue la pintura y el dedicarse profesionalmente a ella, pero los ímprobos esfuerzos de sus padres recondujeron sus estudios hacia la medicina.

Realizó sus estudios primarios en Jaca y el bachiller en Huesca, y ya en 1869 comenzó a estudiar Medicina en la Universidad de Zaragoza, donde se licenció en 1873. Al poco de lograr su licenciatura, es llamado a filas para el servicio militar. Estuvo varios meses destinado en el ejército peninsular, que en ese momento se encontraba enfrascado en la Tercera Guerra Carlista, pero poco tiempo después fue reasignado y mandado a Cuba tras ganarse por oposición la plaza de médico segundo, ascendiendo a capitán. Recordemos que por entonces, Cuba era territorio español, y en ese momento se libraba la primera guerra de la independencia cubana o Guerra de los Diez Años (1868-1878). Allí pasó un año, donde acabó enfermando debido a las pésimas condiciones en las que las tropas españolas se encontraban, hasta que finalmente fue declarado no apto para el servicio y regresó a España en 1875 muy mal de salud. Gracias a las pagas de soldado –que logró cobrar a su vuelta sobornando al funcionario de turno-, se financió los materiales que necesitaba para formar su propio laboratorio en Zaragoza, siendo entonces cuando comenzó su gran carrera médica. Se inició en la docencia, y entre 1876 y 1877 logró el doctorado con 25 años. En ese mismo año está documentado también su ingreso en una logia masónica, muy en boga en aquella época entre la élite económica e intelectual europea.

En 1878 volvió a caer enfermo, esta vez de tuberculosis, pero se acabó recuperando y al año siguiente logró la plaza de director del Museo Anatómico de Zaragoza. En 1882 consiguió la cátedra de anatomía descriptiva en la Universidad de Valencia, donde se dedicó a estudiar la epidemia de cólera que asoló la ciudad en 1885. En 1887 logró una cátedra en la Universidad de Barcelona, siendo el año siguiente el momento cumbre de sus investigaciones médicas. Fue entonces cuando descubrió los mecanismos de funcionamiento y morfología de las células nerviosas de la materia gris del sistema nervioso cerebroespinal. Sus teorías fueron aceptadas en 1889 por la prestigiosa Sociedad Anatómica Alemana, creando la llamada “doctrina de la neurona”. Este fue un verdadero hito mundial en las investigaciones del cerebro humano y su funcionamiento, estando considerado mundialmente como uno de los padres de la neurociencia.

En 1906 recibió el mayor reconocimiento internacional a sus ingentes logros en la investigación científica, al recibir el Premio Nobel de Medicina, siendo uno de los pocos españoles que lo ha logrado en la historia. Todavía tiene más mérito, si se considera el retraso científico y de medios para la investigación que tenía el país por aquél entonces.

Desde 1892 ocupó una cátedra en la Universidad Central de Madrid, y en 1901 logró que el gobierno creara el Laboratorio de Investigaciones Biológicas, en el que trabajó hasta que se jubiló en 1922, aunque siguió investigando en el Instituto Cajal hasta su muerte en 1934.

Además de su inmensa e impagable labor científica, a Cajal hay que reconocerle su honestidad y lo que él consideraba que era el verdadero patriotismo y amor por su país. Al ser nombrado director del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, el gobierno le concedió una paga de 10.000 pesetas anuales, que él insistió en rebajar a 6.000. También rechazó el cargo de ministro de salud para no recibir el sueldo que ello comportaba, mientras que sí que aceptó el nombramiento de senador vitalicio, pues no conllevaba ninguna aportación económica. Incluso envió a uno de sus hijos, también médico e investigador como él, a estudiar al extranjero pagándolo de su bolsillo, aún siendo consciente de que le habría sido otorgada una beca de haberla solicitado. Gestos de los que bien podrían aprender buena parte de nuestros políticos de hoy en día, ¿verdad?

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza