LA HISTORIA DE SAN VALERO

Hoy es día de San Valero rosconero, también conocido como San Valero ventolero. Se trata del santo patrón de Zaragoza. Lo que conocemos de él se lo debemos a Prudencio (autor contemporáneo suyo que escribió sobre su vida) y no es gran cosa.

Ignoramos, por ejemplo, el año en que nació. Lo que sabemos de él es que fue obispo de Caesaraugusta (actual Zaragoza), que nació en el seno de una familia aristocrática y que fue muy longevo. Su actividad pastoral coincidió con las persecuciones del emperador Diocleciano. Esta persecución no disuadió al obispo, que junto con su diácono Vicente de Osca (actual Huesca), no cejó en su empeño de difundir la fe cristiana y socorrer a los perseguidos.

Cuando Daciano, gobernador de Hispania, se percató de sus actividades, ordenó que los capturaran y los llevaran a Valencia para ser juzgados. Al parecer, San Valero era corto de palabra, puede que un poco tartamudo, y fue San Vicente Mártir quien se encargó de la defensa de ambos, recibiendo las peores consecuencias. Mientras Vicente fue torturado y ajusticiado, Valero solo fue desterrado.

Tras su destierro, se retiró a la pequeña localidad de Enat (Enate), en el Pirineo, cerca de Barbastro. Allí murió dedicando la mayor parte de su tiempo a la oración, muy anciano, el 29 de enero del año 315 d.C., cuando el cristianismo ya estaba permitido en el Imperio Romano. Sus restos fueron enterrados cerca del pueblo y en el siglo XI trasladados a la sede episcopal de Roda de Isábena. Finalmente, tras la conquista de la Saraqusta musulmana de Alfonso I el Batallador, sus restos fueron llevados a Zaragoza. Actualmente su supuesto cráneo se conserva en un busto relicario regalado por el Papa Luna Benedicto XIII, que se encuentra junto al altar mayor de La Seo.

Como murió en el siglo IV d.C., queremos aprovechar esta efeméride para hablar sobre el cristianismo en la Antigüedad Tardía, ya que es un tema muy poco tratado tradicionalmente en las aulas de los colegios, de tal manera que parece que el mundo romano acabó y de repente llegó la Edad Media. Sin embargo, la transición de la Edad Antigua al medievo fue un cambio paulatino y complejo que comenzó en el siglo III d.C. y que se prolongó durante toda la Alta Edad Media.

María Victoria Escribano y Esteban Moreno en el libro Aragón Antiguo. Fuentes para su estudio, demuestran que en los últimos siglos del imperio romano, Aragón, y más en concreto Caesaragusta, se caracterizó por ser un lugar donde la cristianización arraigó con mucha fuerza, uno de los territorios peninsulares que antes se cristianizó y donde había una de las comunidades cristianas más numerosas.

En la epístola 67 de Cipriano de Cartago, el obispo africano define a Felix de Caesaraugusta como cultivador de la fe y defensor de la verdad. Se trata del primer cristiano aragonés del que tenemos noticia, ya que esta epístola es el testimonio más vetusto sobre la cristiandad en Hispania. Esta mención data de mediados del siglo III d.C. Por Cipriano sabemos que cierto Félix de Zaragoza le había escrito para adherirse a la denuncia de que Basílides y Marcial, obispos de Astorga-León y Mérida, estaban contaminados por el pecado de sacrificar a los dioses paganos en tiempos de las persecuciones contra los cristianos para salvar la vida. Es decir, tenemos en Caesaraugusta a uno de los más fieles defensores de la ortodoxia en Hispania.

San Valero no fue el único evangelizador cuyo escenario de operaciones fue Caesaragusta y sufrió persecuciones. A esto hay que sumar los suplicios de Santa Engracia y los 18 mártires; y el martirio de San Vicente, que era oriundo de Huesca y siguió el ejemplo de estos; hasta el punto de que el autor hispano Prudencio, procedente de Calagurris (actual Calahorra), consideraba a la capital del Ebro como una ciudad de mártires.

Más aun, los obispos de Caesaraugusta participaron en los Concilios de Elvira, de Arlés y de Sárdica, siempre defendiendo la ortodoxia cristiana. Incluso se realizaron concilios en Zaragoza, siendo el primero de ellos en el año 380 d.C., destinado a la lucha contra el priscilianismo, una herejía que había tenido mucha difusión en Hispania.

Por las fuentes escritas podemos deducir que en Osca había un importante grupo de priscilianistas, cuyos líderes eran aristócratas. Allí oficiaba como presbítero el jefe de la secta. Prueba de la fortuna que poseían estos hombres es que un tal Severo, miembro de esta secta, era propietario de un castellum, es decir, una villa fortificada, que se localizaba en las inmediaciones de una vía que conectaba Osca con Ilerda (actual Lérida).

BIBLIOGRAFÍA

  • Escribano Paño, M.V. y Moreno Resano, E.; “La Antigüedad Tardía” en Sopeña Genzor, G. (ed.); Aragón Antiguo. Fuentes para su estudio, Departamento de Ciencias de la Antigüedad de la Universidad de Zaragoza, 2012.

Santiago Navascués Alcay

Doctor en Historia por la Univ. de Zaragoza