Si se me permite el uso de comparaciones triviales que los lectores más aviesos podrían tachar de demasiado vulgares, hablar de arte mudéjar es como hablar de ternasco; ocurre que aunque no sea exclusivo de Aragón, por su calidad inconfundible se convierte en un símbolo identitario y en elemento representativo de nuestra tierra. El pedigrí del mudéjar aragonés ha sido reconocido por la propia UNESCO –Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura-, pues en 1986 declaró Patrimonio de la Humanidad al conjunto mudéjar de Teruel, calificación que en el 14 de diciembre de 2001 se hizo extensiva a otros monumentos mudéjares de Zaragoza y su provincia, lo que supone un conjunto de 10 monumentos protegidos por esta distinción.
Los mudéjares eran musulmanes que vivían en los reinos cristianos de la península, a los que se les permitía seguir practicando su religión, al menos hasta 1502, cuando se les obligó a convertirse al cristianismo, pasando a denominarse “moriscos”. Sin embargo, el arte mudéjar no se reduce exclusivamente a las técnicas constructivas de los musulmanes que vivían en territorio cristiano, sino que es una adaptación de este arte a los estilos arquitectónicos procedentes de Europa. Es una mezcla de estilos cristianos y musulmanes.
Lo característico del mudéjar es el uso del ladrillo, frente a la piedra de las catedrales europeas que exigían el uso de contrafuertes; la edificación de techumbres planas de madera, en lugar de bóvedas de piedra; decoraciones geométricas y florales, y la utilización de yeserías. Se trata del triunfo de la albañilería, del alarife sobre el cantero. Las autoridades de estos reinos se dieron cuenta de que el ladrillo que utilizaban los mudéjares permitía construir mucho más rápido y además era mucho más barato que la piedra. Por ello, empezaron a contratar a albañiles mudéjares en vez de a canteros cristianos. Al final, los constructores cristianos y judíos aprendieron las técnicas utilizadas por los mudéjares y las utilizaron en sus edificios.
El arte mudéjar es muy variado, puesto que se ha ido adaptando a los diferentes estilos europeos. Es por eso que tenemos construcciones románicas, góticas y renacentistas mudéjares. En Aragón el mudéjar se utilizó incluso en el arte barroco, sobreviviendo a la expulsión de los moriscos en 1610. Y aun es más, cuando parecía totalmente relegado al pasado, en el modernismo español –finales del siglo XIX y principios del XX- reapareció tras siglos de abandono. Es lo que se conoce como neomudéjar, cuyo máximo representante fue Antonio Gaudí. Tampoco es un estilo únicamente español, ya que fue exportado, en sus diversas variantes, a las colonias americanas.

¿Qué es lo que hace tan especial entonces al mudéjar aragonés? El elevado número de edificaciones en este estilo y su belleza. El mudéjar aragonés se singulariza por la construcción de elevadas torres que recuerdan a los minaretes musulmanes –el ejemplo más claro es Teruel-; y por el uso de la cerámica vidriada en la ornamentación, generalmente combinando tonos verdes y blancos. Todo ello confiere de una hermosura inigualable al mudéjar de nuestra tierra.
El uso tan extendido de este estilo en nuestro territorio se debe al alto porcentaje de población mudéjar en el valle del Ebro y en las riberas del Jalón y el Jiloca. También influyó sobremanera, la escasez de buena piedra en la zona, que contrasta con la disposición de yesos y cerámicas de excelsa calidad en el lugar.
Santiago Navascués Alcay.
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza.