Cuarta y última parte de este trabajo de Santiago Navascués sobre la lucha a muerte que acometieron dos personajes de la talla de al-Muqtádir, rey de la taifa de Saraqusta, o como a los poetas les gustaba llamarla, la Medina Albaida (ciudad blanca), y Sancho Ramírez, el hombre que transformó a Aragón de un pequeño territorio de ganaderos montañeses a un nuevo y pujante reino integrado tanto en la Península Ibérica como en una Europa cristiana que empezaba a renacer de sus cenizas.
Pero esta parte viene enfocada desde un punto de vista que no suele ser el habitual que solemos tener sobre la Edad Media, y podréis comprobar cómo el medievo no fue todo, ni mucho menos, sangre y fuego. Tanto el reino aragonés, como la taifa de Saraqusta, vivieron un periodo de esplendor cultural, sobre todo en el caso islámico, de difícil parangón en su época.

EL GOBIERNO DE AMBOS TERRITORIOS
Hemos hablado de las conquistas de ambos personajes pero no solo fueron grandes guerreros, estrategas y diplomáticos, sino que también fueron grandes gobernantes. En una imagen inferior, se puede ver un mapa de Saraqusta (Zaragoza) en el siglo XI. Fue la etapa de esplendor de la ciudad. En esta época, según las palabras de José Luis Corral:
Alcanzó su máximo desarrollo urbanístico de la época musulmana y se convirtió en una metrópoli. A la medina, insuficiente para dar cabida a la creciente población, se le añaden barrios periféricos: los arrabales. Ese crecimiento propiciará la necesidad de rodear el nuevo complejo urbano de medina, arrabales, industrias y cementerios con un muro que se construirá en tapial y adobe, delimitando un nuevo y mucho más amplio perímetro que dará a Saraqusta el aspecto de gran ciudad musulmana.
El siglo XI destacó por una intensa actividad constructora, resaltando la construcción del palacio de la Aljafería, situado a extramuros de la ciudad, en la Almozara, una gran explanada donde se cultivaba trigo, cebada y vid y tenían lugar los desfiles militares. Tal y como dice José Luis Corral:
Al-Muqtádir mandó construir un palacio en el interior del recinto militar de la Aljafería con motivo del triunfo sobre los cristianos en Barbastro en 1065, por lo que hizo colocar en el salón del trono la inscripción coránica «te hemos concedido una clara victoria, para perdonarte Dios tu pecado, pasado y futuro, perfeccionar tu gracia en ti y dirigirte por una recta». El palacio de Al-Muqtádir se conocerá con el nombre de Aljafería por el apodo de “Abῦ Ya ῾far” que tenía el rey.

Era tan espléndido que los poetas del siglo XI lo cantaron, alabando las alfombras de seda que lo tapizaban, las lámparas que lo iluminaban, los cojines rojos y blancos y las cortinas de brocados de oro que lo adornaban.
Todo ello engalanado con un gran jardín, un estanque que reflejaba el oro del salón del trono y unas espléndidas yeserías que cubrían los arcos del patio. Imaginaos la impresión que debía de causar entrar en semejante palacio a unos reyes de pequeñas aldeas montañesas, como eran los reyes de Aragón y Pamplona, que no habían visto una ciudad tan grande, tan llena de vergeles, frutales y productos de la huerta como era la ciudad de Saraqusta.
Por su ubicación privilegiada la ciudad se convirtió en “puerta de todas las rutas”. Su situación en tierras de fronteriza hizo que floreciera en ella un mercado de esclavos, famoso en todo Al-Andalus. De entre todos estos esclavos, los más apreciados eran los eslavos, que llegaban desde Europa del este.
Destacó la alfarería del siglo XI entre todas las actividades artesanales de una ciudad que, durante esta época, emitió moneda propia. Se acuñaba moneda en oro (dinares) y en plata (dirhemes) en gran cantidad, lo que es una muestra más del esplendor de la ciudad. Las únicas minas de oro de Europa eran las de las Médulas en León que se agotaron en tiempos de los romanos, así que la fuente de oro más cercana en la época era el río Níger en África, situado a la altura del Ecuador. Los reinos cristianos del norte peninsular son los únicos reinos de toda la cristiandad que disponían de monedas de oro, obtenidas por el pago de parias.
Si por algo destacó la ciudad de los Banῦ Hῦd fue por alcanzar el máximo esplendor cultural de la historia de la ciudad. Se convirtió en la ciudad de la cultura de toda la península y su fama alcanzó nivel internacional.
La situación de guerra civil en Córdoba y en otras ciudades del sur en el primer tercio del siglo XI frente a la relativa situación de calma y sosiego en Saraqusta, especialmente a partir de 1018, provocó una notoria afluencia de familias judías que emigraban desde el sur buscando la tolerancia que reinaba en esta ciudad y la protección que ofrecían sus reyes. Fueron sobre todo los intelectuales judíos, la mayoría de Córdoba, quienes huyeron a Saraqusta. Uno de los primeros en hacerlo fue Abú-l-Wilid ibn Yanᾶh, un importante gramático que llegó a orillas del Ebro en 1012 y al que siguieron intelectuales de la talla de Mosé ibn Chicatella y Yonah ibn Yanah, quienes, contribuyeron de manera extraordinaria al desarrollo intelectual (sobre todo filosófico y filológico) de la Zaragoza taifal.
En este caldo de cultivo hay que añadir las políticas de tolerancia religiosa que practicaron los monarcas de la taifa. La convivencia entre mozárabes (cristianos que vivían en Al-Andalus) y musulmanes siempre fue pacífica en la ciudad. Tan solo hay constancia de un violento enfrentamiento entre ambas comunidades en el año 1065, fruto del hostigamiento de los reinos cristianos del norte, cuando los musulmanes acosaron a los mozárabes que se vieron obligados a buscar la protección del mismísimo Al-Muqtádir ibn Hῦd ante la agresión a que fueron sometidos.
La situación se calmó y en 1073 dos monjes franceses llegaron ante Al-Muqtádir con la misión de convertir al cristianismo al rey de Saraqusta; habían oído rumores en Francia de que Al-Muqtádir protegía a los cristianos. Los dos monjes de Cluny se presentaron ante Al-Muqtádir y le ofrecieron la conversión al cristianismo. Al-Muqtádir desechó la idea y encargó una respuesta a Abú-l-Wilid Sulaymãn, famoso jurista y teólogo que en 1073 se había refugiado en la Corte zaragozana.
La Aljafería por aquellos años era una auténtica “casa de sabiduría” famosa en todo Al-Andalus. Entre sus paredes tenían lugar las enseñanzas más relevantes y punteras de la época. Sus reyes, Al-Muqtádir y Al-Mu᾿tamín, hicieron frecuente uso de su observador astronómico y biblioteca. Los mejores especialistas de cada disciplina intelectual estaban en su corte. Todo esto fue posible gracias al mecenazgo de estos reyes y a que ellos mismos eran grandes eruditos.
Estos monarcas gustaban de nombrar para cargos importantes a destacados intelectuales, entre los cuales hubo secretarios e incluso visires, como Abῦ-l-Fadl ibn Hasdãy, quien durante casi toda la segunda mitad del siglo XI tuvo en sus manos el gobierno del reino. Además de su capacidad política, Ibn Hasdãy fue un gran intelectual, pues dominaba la lengua, la poesía y retórica árabes, y era muy notable en aritmética, geometría y astrología. Mantuvo su cargo como visir durante el reinado de tres monarcas sucesivos (Al-Muqtádir, Al-Mu᾿tamín y Al-Musta᾿ῖn) y acabó renegando de su religión judía para convertirse al islam.
Saraqusta actuó como una esponja y en el siglo XI atrajo hacia sí a los mejores intelectuales de Al-Andalus e incluso de Oriente. Brillaron sobre todo las matemáticas, la geometría y la astronomía.
En filosofía destacó Al-Kirmani, quien creó escuela en Saraqusta. En palabras de José Luis Corral:
Este humanista, experto en varias ciencias, llegó a la capital taifal hacia 1065. Venía de la ciudad iraquí de Harrán. Sus seguidores trataban de armonizar la autoridad con la razón. A pesar de que estos postulados tenían influencias chiítas, los intelectuales y juristas del reino de Saraqusta, educados en la ortodoxia sunita de la escuela malikí, aprobaron la Enciclopedia de los Hermanos de la Pureza, escrita por Al-Kirmani, gracias a su prestigio de hombre tolerante y conciliador, defensor de la razón por encima de todo y admirador por ello de Platón y de Aristóteles. Fue así como se creó una auténtica escuela de filosofía en Saraqusta de marcado racionalismo cientifista y lógico, desde donde se difundirían por todo Al-Andalus las obras de Aristóteles.
El mayor fruto de esta escuela será Avempace, nacido en 1085. Este zaragozano es considerado el primer comentarista de Aristóteles entre los musulmanes españoles, precediendo en ello a Averroes. Se exilió y viajó por el Levante y el norte de África, ejerciendo una gran influencia en su época y en los siglos siguientes en filósofos musulmanes (caso de Averroes) , judíos (Maimónides) y cristianos (Santo Tomás de Aquino).
En matemáticas destacó el monarca Al-Mu᾿tamín, afición que le vino dada por su padre Al-Muqtádir. Su trabajo más importante fue su tratado Kitãb al-Istikmal. Este libro fue muy leído en la Edad Media, pues recoge la tradición de la matemática griega e introduce teoremas nuevos.
Saraqusta también se llenó de grandes poetas que huyeron en el siglo XI de la inestabilidad política del sur de Al-Andalus a la taifa de Saraqusta. Estos poetas eran aduladores que cantaban las hazañas de los reyes de taifas, cobrando por ello, como es el caso de Ibn Ammar, que estuvo al servicio del rey de Sevilla y después de Al-Mu᾿tamín. Este se sintió tan halagado por sus infladas alabanzas, que le cedió una casa y una pensión.
Eran frecuentes las festividades y actividades lúdicas, casi siempre alrededor de la corte. Los cantos de las esclavas y los versos de los poetas resonaban en los oídos de la gente que se daba a la bebida y a la comida a bordo de barcas que navegaban por el Ebro.
Frente al mundo urbano y cosmopolita de la taifa de Zaragoza, tenemos el condado de Aragón, sin una clara capital, lleno de pequeños “micromundos” de aldeas en las montañas, encerrados sobre sí mismos donde apenas llegaba la autoridad estatal. Fue Sancho Ramírez quien transformó este condado en un verdadero reino, lo dotó de un poderoso ejército, lo urbanizó y lo abrió a Europa. A él se debe la europeización del reino.
Para ser rey en la época había que ser descendiente de un rey y ser reconocido por el papa como tal. Ramiro I tenía dos problemas: era hijo del rey Sancho III el Mayor de Navarra, pero era hijo fuera del matrimonio (que no bastardo, pues lo tuvo sin estar casado) y le faltaba el reconocimiento del papa. Es por eso que su hijo Sancho Ramírez, protagonista de este artículo, inició una política de acercamiento al papa Alejandro II. En el año 1068 viajó a Roma, donde declaró a Aragón vasallo de la Ciudad Eterna, pagando un importante tributo al Papado, cuyo dinero obtenía de las guerras contra los musulmanes y que le valió el título de rey. De hecho, algunos creen que el color amarillo y rojo de la bandera de Aragón se debe a que los colores del Vaticano eran el rojo y el amarillo, y que se adoptaron estos colores después del viaje.
Como colofón a sus políticas de acercamiento con el Papado, en 1071 Sancho Ramírez cambió la liturgia hispana o mozárabe por la liturgia romana en la Iglesia aragonesa. Desde el siglo VIII los cristianos que vivían en Al-Andalus, llamados mozárabes, habían estado aislados de la Iglesia de Roma y tenían una serie de rituales y ceremoniales distintos a los de esta. Cuando esos territorios fueron reconquistados por el recién nacido condado de Aragón, los cristianos que vivían allí siguieron con sus ceremoniales mozárabes hasta que en 1071 Sancho Ramírez implantó, no sin resistencia, la liturgia romana en Aragón. Este hecho contribuyó en gran manera a la europeización del reino. En relación con este tema os recomendamos la novela El Castillo, de Luis Zueco, en la que se relata la época del cambio de liturgia en Aragón y muestra la oposición que hubo en algunos sectores.
A nuestro hombre le tocó vivir una época en la que empezaba a reactivarse la economía de toda la cristiandad europea. En estas fechas, en Aragón y Pamplona volvió a circular moneda, aumentó la productividad y las ciudades cristianas crecieron notablemente. Sin embargo, la paupérrima economía de la cristiandad occidental todavía dependía de los productos musulmanes y bizantinos, siendo las ciudades de Jaca y Pamplona zonas de paso obligadas en este importante comercio con los musulmanes. Esto y el sometimiento a parias de la riquísima taifa de Saraqusta permitieron reforzar los ejércitos del aragonés.
Una de las acciones más importantes de su reinado es la concesión del Fuero de Jaca en el año 1077, por el que otorgaba el rango de ciudad a la que había sido una simple villa enclavada en un valle en medio de las montañas, apenas mayor que una aldea, convirtiéndola en capital del reino de Aragón y en sede episcopal (garantizando así su independencia de Pamplona), mandando construir la catedral jaquesa para este cometido (aunque hay estudios recientes que están por demostrar que el inicio de su construcción quizás fuera anterior). Su finalidad fue atraer burgueses a esta nueva ciudad, para que desarrollaran comercio e industria, es decir, crear las condiciones para que acudiera nueva y numerosa población que formaran la base demográfica y económica del nuevo Estado, y que fueron, en su mayor parte, francos -como gascones y bearneses- llegados del otro lado de los Pirineos.
Continuó en la línea de su abuelo Sancho III el Mayor de Navarra, cuidando el Camino de Santiago para que fuera más transitable y atendiendo a los peregrinos, creando hospitales y albergues a lo largo del Camino para atraerse tanto a peregrinos como a comerciantes. En esta época, el paso de Somport, al igual que el de Roncesvalles, estaba muy protegido y dotado de un albergue y un hospital famosos en toda Europa, convirtiéndose en paso obligado, junto con el de Roncesvalles, para todos aquellos peregrinos de toda Europa que quisieran emprender el Camino de Santiago.

Aprovechando el flujo de comerciantes de toda Europa que traía consigo el Camino, se establecieron aduanas en la frontera. El caso de Jaca es solo un ejemplo de la política de Sancho Ramírez, que fomentó el Camino para atraer a comerciantes de todas partes, a los que concedió muchas libertades y fueros, permitiéndoles asentarse en sus ciudades, que son puntos estratégicos del comercio y que gracias a este van a crecer enormemente. Además se llevaron a cabo políticas de repoblación de las tierras conquistadas, para lo que hacía falta que acudieran gentes de cualquier lugar y la manera de conseguirlo era conceder muchos fueros, libertades y tierras. Aragón empezaba por estas fechas a ser un reino europeo, a gozar de prosperidad económica y a tener ciudades.
Esto ocasionó un aporte muy importante de eclesiásticos del sur de Francia, con lo que se entró en contacto con la reforma introducida por la orden de Cluny y con la reforma de la Iglesia de aquellos tiempos. Los cluniacenses franceses empezaron a tener intereses al otro lado de los Pirineos y los monasterios benedictinos también estaban en su máximo apogeo. Sancho Ramírez, continuando las políticas de sus predecesores, donó grandes cantidades a monasterios y construyó un gran número de ellos, además de iglesias (de estilo románico) y encargados tales edificios a artistas y arquitectos prestigiosos del centro de Europa. Se introdujeron novedades en el arte y la cultura, como el románico, la letra carolina, las oraciones y cánticos religiosos provenientes de Francia, así como la literatura y épica francesas. Los monasterios pirenaicos eran centros de cultura privilegiados en toda Europa, puesto que allí confluía toda la cultura europea, romana y francesa con la cultura islámica y judía, destacada por sus filósofos, astrónomos, matemáticos, médicos, etc…
Para concluir, podemos decir que las gentes de la época que vivían en los territorios de nuestro actual Aragón, ya fuera en el reino de Aragón o en la taifa de Saraqusta, vivieron una etapa de esplendor sin parangón, no solamente político, sino también socio-económico y cultural. Esto se debió en gran parte a la coexistencia en el tiempo de Al-Muqtádir y Sancho Ramírez, que además de unos brillantes gobernantes, tuvieron reinados largos. Únicamente empañaron este período de esplendor las continuas guerras entre ambos reinos.
Santiago Navascués Alcay
Doctor en Historia por la Univ. de Zaragoza
BIBLIOGRAFÍA
- Cervera Fras, M ª J.; El reino de Saraqusta, Caja de Ahorros de la Inmaculada, Zaragoza, 1999.
- Corral Lafuente, J.L.; Historia de Zaragoza. Zaragoza musulmana (714-1118),Ayuntamiento de Zaragoza, Zaragoza, 1998.
- Lacarra, J.Mª; Historia política del reino de Navarra. Desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla (I), Biblioteca Caja de Ahorros de Navarra, Pamplona, 1972-1973.
- Lacarra, J.Mª; Estudios dedicados a Aragón, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1987.
- Viguera Molins, Mª J.; Aragón musulmán, Mira editores, Zaragoza, 1988.