Cien años separan dos hitos en la historia del cine: por un lado, la presentación de la patente del cinematógrafo en 1895 por parte de los hermanos Lumière; por otro lado, el estreno en 1995 del primer largometraje de animación en 3D realizado por ordenador por la compañía Pixar: «Toy Story«. Ante estas dos efemérides, podríamos pensar: ¿qué tiene que ver un turolense con todo esto? Vamos a intentar responder a esta pregunta analizando algunos aspectos de una de las figuras más fascinantes de la historia del cine, Segundo de Chomón.
Segundo Víctor Aurelio Chomón y Ruiz nació en 1871 en Teruel y su familia se mudó a Valencia siendo apenas un niño de dos años, por lo que la estancia de Chomón en su Aragón natal fue breve. Tenía raíces calamochinas por parte de madre (Luisa Ruiz, una mujer que tuvo que llevar las riendas de su familia sobreponiéndose al fallecimiento prematuro de su primer marido y a la enfermedad mental y posterior fallecimiento del segundo). De ella heredó un fuerte carácter y una personalidad que sería clave en su experiencia cinematográfica. Barcelona y París fueron las ciudades que definitivamente marcaron su carrera en la gran pantalla y donde se imbuyó de la cultura de un nuevo arte que, desde su aparición, estaba creciendo a un ritmo muy acelerado. Su biografía refleja una gran oscuridad y poco se sabe sobre muchos aspectos de su vida personal, por ello me remito al artículo de esta web y al novedoso estudio que hace Iván Núñez Alonso en «Chomón a media luz. Aproximación a su vida antes de dedicarse al cine«.
Pero hablemos de la obra de Chomón. Durante su etapa en Barcelona y en París perfeccionó su técnica cinematográfica realizando películas de trucajes y convirtiéndose en un pionero del stop-motion gracias a su trabajo en la compañía de los hermanos Pathé. Sus creaciones rivalizaron con las de los maestros Émile Cohl, que trabajaba para la compañía Gaumont, y el mismo Georges Méliès. Fue precisamente en París donde, de la mano de su compañera Julienne Mathieu, actriz de vodevil, pudo llevar a cabo películas innovadoras que no dejaban (ni dejan) indiferente a nadie. Un par de ejemplos podrían ser «Los Kiriki: acróbatas japoneses» (1907), donde hace un uso inédito del plano cenital para dar la sensación de acrobacias imposibles por parte de los personajes; y «Los huevos de Pascua» (1907), para la que Chomón ideó una superposición de secuencias en perspectivas diferentes para dar la sensación de que los personajes se encuentran a diferente escala en un mismo plano.

De esta etapa es también una de sus obras más impactantes en su momento, «El hotel eléctrico» (1908). En este filme, los objetos y los muebles de un supuesto hotel se convierten en auténticos personajes que se mueven autónomamente: maletas que se hacen y deshacen solas, peines y cepillos que adecentan el pelo de Julienne por arte de magia, y un sinfín de sillas, mesas, camas y sillones que se desplazan de un lado a otro. Este efecto visual se consiguió gracias a lo que conocemos como pixiliación, una técnica que consistía en grabar fotograma a fotograma la posición de muebles, objetos y los mismos actores y que, juntos en una secuencia, daban la sensación de movimiento. Eran los inicios de la animación stop-motion.
Y justo a este punto queríamos llegar. Chomón, una vez que dominaba el arte de la pixiliación, no tardó en utilizar el rodaje fotograma a fotograma para animar muñecos. En «El teatro eléctrico de Bob» (1909), unos niños montan un teatrillo donde sus muñecos actúan como si fueran actores sobre el escenario. Mueven los brazos, las piernas, la cabeza, saltan, se caen, se pelean… Una de las escenas más simbólicas es la de dos muñecos que se enfrentan en un combate de esgrima y uno de ellos pincha con su sable el trasero del otro, con la consecuente irritación de este último. Bajo este pretexto, ocurren una serie de gags cómicos que son la antesala del cine de animación posterior.

Toda esta experiencia adquirida en sus trabajos en París y Barcelona tuvieron su culmen en Turín. En 1912 se le ofreció trabajar para la productora italiana Itala Film, aportando sus conocimientos sobre fotografía y efectos visuales en superproducciones como «Cabiria» (1914), dirigida por Giovanni Pastrone. Fue en esta etapa italiana en la que el turolense realizó, junto a Pastrone, «La guerra y el sueño de Momi» (1917), una apasionante película donde se mezclan escenas de personajes reales con escenas de muñecos animados por stop-motion. El argumento es el siguiente: Momi es un niño cuyo padre ha tenido que marchar al frente durante la Primera Guerra Mundial. El abuelo de Momi recoge y lee las cartas que llegan del padre, contando sus experiencias en la guerra. Una vez que ha escuchado las historias de su padre, Momi se queda dormido abrazado a sus juguetes y empieza a soñar. Durante el sueño, los muñecos cobran vida y empiezan a batallar entre ellos, divididos en dos bandos: los Trik y los Trak. Las escenas bélicas de los juguetes contienen efectos especiales del más alto nivel: bombardeos, explosiones, ejércitos de muñecos, cañonazos, etc. Finalmente, el niño despierta y comprueba que todo ha sido un sueño. La película, aun hoy en día, resulta maravillosa en todos sus aspectos. Un niño cuyos juguetes cobran vida nos hace pensar, inevitablemente, en varias películas de la actualidad como «Toy Story» (John Lasseter, 1995) o «Pequeños Guerreros» (Joe Dante, 1998). Asombra pensar que un hombre nacido en Teruel llevara a cabo ideas similares casi un siglo antes de que Woody y Buzz Lightyear comenzaran sus aventuras, cuando no contaban con la tecnología ni los medios con los que hoy en día contamos.
Chomón siguió trabajando el stop-motion en películas como «Lulù» (1923), en la que su dominio de la animación de muñecos quedó claramente consolidado, y continuó sus labores de fotografía y efectos visuales durante los años 20, hasta su fallecimiento en 1929. No olvidemos que estamos en los inicios del siglo XX y, más concretamente, en la adolescencia del cine, por lo que tenemos que ser conscientes de la reacción que producía este tipo de películas en un público prácticamente virgen en el mundo de la animación. Segundo de Chomón no solo se convirtió en uno de los pioneros de dicho género cinematográfico, sino también en uno de los primeros expertos en efectos especiales. En palabras de María Lorenzo, profesora de la Universitat Politècnica de Valencia, «aunque se le ha comparado frecuentemente con Méliès, Segundo de Chomón fue el primero en muchas cosas». Recordar y valorar su obra y su legado nos hace amar un poquito más el Séptimo Arte y, más concretamente, el cine de animación.
Por último, animo a los lectores de este artículo a indagar en Internet sobre los títulos cinematográficos de Segundo de Chomón citados aquí, así como los muchos otros que creó.
Ángel Lana Bes
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza
BIBLIOGRAFÍA
- NÚÑEZ ALONSO, IVÁN. Chomón a media luz. Aproximación a su vida antes de dedicarse al cine. Ed. Instituto de Estudios Turolenses, 2021.
- LORENZO HERNÁNDEZ, MARÍA. La imagen animada. Una historia imprescincible. Diábolo Ediciones, 2021.
- THARRATS, JUAN GABRIEL. Los 500 films de Segundo de Chomón. Universidad de Zaragoza, 1988.