SEGEDA, ¿EL POBLADO QUE CAMBIÓ EL CALENDARIO?

En el año 153 a.C. Roma se vio obligada a adelantar las elecciones de sus cónsules al 1 de enero por la guerra que mantenía con Segeda, un poblado celtíbero situado en el actual Aragón. ¿Provocó eso el cambio del calendario? Vamos a intentar darle respuesta.

El último día del año en el que además del ajetreo para juntarse con familia y amigos y hacer todos los preparativos para la cena, también es tradicional entre muchos el hacer un pequeño repaso a lo que ha sido el año que termina y pensar en nuevos propósitos para el año que comenzará en tan sólo unas horas. Y como nuevo propósito toca comenzar a trabajar en corregir uno de los errores históricos que más se repiten en estas fechas, y es la responsabilidad que tuvo Segeda, un poblado celtíbero enclavado entre los términos municipales de las actuales Mara y Belmonte de Gracián en la Comunidad de Calatayud, en que comencemos el año el 1 de enero y no cualquier otro día del calendario. Y es que tenemos tan adentro la costumbre de iniciar el año ese día que nos parece imposible el hacerlo en otro momento, pero si lo pensamos fríamente, en realidad es un día como otro cualquiera. 

La historia nos lleva a mediados del siglo II a.C., en pleno proceso de la larga conquista romana de Hispania. Un par de décadas antes y a resultas de la Primera Guerra Celtibérica (181-179 a.C.) que Roma ganó por medio de Tiberio Sempronio Graco, este impuso entre otras cosas a los pueblos celtíberos a los que había derrotado, que no podían construir nuevas murallas en sus ciudades. Tras esa guerra la capital de los belos, Segeda, comenzó a tener una importante prosperidad que le llevó a crecer en poder, riqueza y población. El recinto de la ciudad se había quedado pequeño y necesitaba una ampliación, pero para ello había que reconstruir las viejas murallas.

Excavaciones en el yacimiento de Segeda

De esa forma comenzaron a construirlas, pero Roma se lo tomó como un incumplimiento de los términos de la paz alcanzados años atrás, por lo que en el 154 a.C. comenzó la guerra. Un conflicto que no empezó precisamente bien, pues a pesar de que los habitantes de Segeda tuvieron que ir a refugiarse junto a los arévacos de Numancia, juntos infligieron una dura derrota a los romanos. Ante semejante crisis, Roma, que solía elegir a sus cónsules en los idus de marzo (que caía el día 15 de ese mes), y que eran los máximos magistrados del Estado teniendo un mandato anual, decidió adelantar dichas elecciones pasándolas del 15 de marzo al 1 de enero. La razón era que Hispania estaba muy lejos, y que entre que se elegía a los cónsules a mitad de marzo, se reclutaban sus legiones y viajaban hasta la Península Ibérica, prácticamente se les había terminado el buen tiempo y se les echaba encima el invierno, época poco proclive al ejercicio de la guerra.

Con ese adelanto electoral se ganaban más de dos meses de tiempo, pero claro, se ha aducido desde entonces que ese cambio provocó que Roma iniciara desde aquél año su calendario el 1 de enero, y hay que recordar que todavía hoy en día el mundo occidental sigue utilizando ese mismo calendario con sólo unas pequeñas modificaciones posteriores. ¿Fue entonces Segeda la responsable de que nos comamos las uvas la noche del 31 de diciembre al 1 de enero y nos apuntemos todos al gimnasio la semana siguiente para bajar los turrones?

No pocos historiadores lo hemos dicho, incluido un servidor. Y es que hay algunos indicios que han sostenido esta versión a lo largo del tiempo, como un texto de Tito Livio que nos dice lo siguiente: “En el año 598 [153 a.C. de nuestro calendario] desde la fundación de la ciudad, los cónsules comenzaron a asumir su cargo en las kalendas de enero. La causa de este cambio en la fecha de las elecciones fue una rebelión hispana”.

Además, en el propio nombre de algunos meses se ve el antiguo orden de ese calendario arcaico romano en el que septiembre era el séptimo mes del calendario y no el noveno como en la actualidad, y lo mismo pasa con octubre, noviembre o diciembre.

Mosaico romano que representa al mes de enero

Esto tiene su origen en el calendario arcaico romano que la tradición romana atribuye a Rómulo, fundador de la ciudad, y que tan sólo tenía 10 meses. Más tarde, el rey Numa Pompilio establecería dos meses más, enero y febrero, y se ha dicho que esos meses se pusieron a finales del año y no a inicios, siendo la guerra de Segeda lo que produjo el cambio. Pero si nos vamos al estudio de las fuentes y a investigaciones como las de Jörg Rüpke, uno de los mayores conocedores de la religión romana y su calendario, o las del arqueólogo y divulgador Néstor Marqués, parece que la historia fue diferente. Y es que todas las fuentes antiguas, como Plutarco y Ovidio, nos sitúan esta inclusión de enero y febrero en el calendario en tiempos de la monarquía romana, en un relato legendario construido mucho más tarde para dar una explicación al tema. Pero lo cierto es que si todos coinciden en lo mismo es que no sabían su origen real.

Sin embargo, en el año 153 a.C. tenemos ya mucha información y de haberse producido un cambio tan radical en el calendario, un asunto que los romanos consideraban sagrado, esas fuentes lo habrían mencionado y no lo hacen. La propia cita de Tito Livio tan sólo nos está diciendo que se adelantaron las elecciones consulares. Nada más. Por otro lado, enero o Ianuarius en latín, es el mes dedicado a Jano, el dios de los inicios y de los finales, por lo que es lógico que fuera el primer mes del año y no el undécimo. En definitiva, Segeda no provocó el cambio del calendario y este ya se iniciaba desde hacía tiempo el 1 de enero, pero sí que provocó el adelanto de la elecciones de los cónsules, y eso, ya es mucho ante la todopoderosa Roma.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza


Bibliografía

  • F. MARQUÉS, Néstor; «Fake news de la antigua Roma»; edit. Espasa, 2019, Barcelona, pp. 133-138.
  • RÜPKE, J.; «Religion of the romans»; edit. Polity Press, 2007, Cambridge y Malden.
  • RÜPKE, J.; «The roman calendar from Numa to Constantine. Time, history anda the fasti»; edit. Wiley-Blackwell, 2011, Hoboken.

Fuentes

  • Ovidio (Fastos I,44 y II, 51).
  • Plutarco, (vida de Numa 18-19).
  • Tito Livio, AUC, Periocha XLVIII, 13-14.