CALATAYUD: LA CUARTA PROVINCIA

Hace mucho que en España estamos acostumbrados a la división territorial en provincias y a pensar que Aragón está formada por tres de ellas: Huesca, Teruel y Zaragoza. Pero eso no siempre ha sido así, pues hubo un tiempo en el que Aragón tuvo cuatro. Realmente en la península ibérica siempre han existido divisiones territoriales y administrativas desde el tiempo de los romanos, pero si nos acercamos más a lo que existe hoy en día en realidad no tenemos que irnos tan lejos; tan sólo a los tiempos en los que Napoléon perdió el gorro.

Durante el gobierno de los Austrias ya se realizaron ciertas actuaciones para una división administrativa de los diferentes Estados que componían la Monarquía Hispánica, pero que no tienen mucho que ver con los actuales. Lo mismo pasa con la llegada de Felipe V (Felipe IV de Aragón) y los Borbones e incluso el intento de José Bonaparte de establecer unos departamentos al estilo francés. En realidad, la idea de la actual división provincial viene del movimiento liberal, aquél que buscaba el derribo del Antiguo Régimen, de los antiguos privilegios aristocráticos de cuna y del poder absoluto de la corona (entre otras muchas cosas). La división provincial con representación del gobierno del país, era la forma en la que hacer llegar la presencia gubernamental con eficacia a cada rincón, lo que perseguía un mayor desarrollo, control y, sobre todo, que el Estado pudiera controlar mucho más de cerca la recaudación.

Si nos ponemos en antecedentes, el movimiento liberal, hijo de la Ilustración y de las revoluciones americana y francesa, se desarrolló en España durante la Guerra de la Independencia y durante la primera mitad del siglo XIX, una etapa en la que el país estaba totalmente destrozado, convulsionado y con su economía muy maltrecha. Las arcas estaban siempre vacías mientras que o bien la guerra o bien la negativa de Fernando VII a hacer cualquier tipo de reforma hacían que el cobro de impuestos fuera muy complicado.

Así pues, durante la Guerra de la Independencia y con el gobierno de las Cortes de Cádiz, el liberalismo trató de realizar en España su propia revolución para acabar con el Antiguo Régimen a la vez que se luchaba contra los invasores franceses. Una de las reformas contempladas para mejorar el sistema fiscal fue la división provincial que, sin embargo, no pudo ser llevada realmente a cabo primero por la guerra y, después, por la vuelta de Fernando VII que, una vez se vio con suficientes apoyos, dijo que nones a ese invento de la Constitución.

Pero en enero de 1820 las tropas de Rafael del Riego se levantaron en Cádiz y unas semanas más tarde a Fernando no le quedó más remedio que decir aquello de “vayamos todos francamente, y yo el primero, por la senda de la Constitución”. Así comenzó el llamado Trienio Liberal (1820-1823), en el que los diferentes gobiernos liberales trataron de modernizar España a marchas forzadas mientras se peleaban entre sus distintas facciones a la vez que el rey y su camarilla intentaban buscar apoyos internacionales para que invadieran el país y le restituyeran su poder absoluto.

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Aquí es donde entra Calatayud en esta historia. La ciudad bilbilitana siempre ha tenido gran importancia histórica, tanto en su función fronteriza como en su papel de motor económico y foco de población en su región. Es por ello por lo que desde varios sectores se reclamaba, a la hora de discutir cuántas provincias debía haber en España, que Calatayud debía tener la suya propia. Así se discutió en las cortes el 7 de octubre de 1821, y tras un intenso debate se aprobó por 76 votos a favor y 32 en contra que la población formaría su diputación provincial.

Los trámites fueron inusualmente rápidos para la época, pero como ya he comentado las reformas que necesitaba el país eran acuciantes. El 30 de diciembre de ese mismo año se aprobaron sus límites territoriales que conformaron un territorio que comprende la actual Comunidad de Calatayud, el Campo de Daroca, Aranda, la zona sur de Valdejalón llegando incluso hasta la Almunia de Doña Godina, el norte de la actual comarca turolense del Jiloca y también numerosos municipios de Guadalajara y Soria. Todo ello con Calatayud como capital, contando en total con una población de unas 106.000 personas, aproximadamente el 0’9% del censo español de la época y aportando 7 diputados a las cortes en Madrid.

La nueva Diputación Provincial de Calatayud fue oficialmente creada el 27 de enero de 1822, con competencias en educación, beneficencia, obras públicas, etc., y se esperaba que fuera el aldabonazo que necesitaba la región para aumentar su prosperidad, pero su corta existencia hizo imposible ver si esto sería posible. Su primer presidente fue Miguel Cabrera de Nevares desde enero de 1822 a comienzos del 1823. Tras el triunfo de las tropas absolutistas ese mismo año, tuvo que exiliarse, pasando varios años como profesor de español en la Universidad de Nueva York, aunque pudo regresar a España tras la muerte de Fernando VII. El segundo y  a la postre último presidente de la diputación fue el militar Juan López Pinto que apenas ocupó el cargo unas semanas, pues cuando en abril de 1823 llegaron los Cien Mil Hijos de San Luis, aquél ejército francés que venía a España a reinstaurar el absolutismo, no tuvo más remedio que marchar hacia el sur. Siempre abogó por el liberalismo, algo que le costó la vida al ser fusilado en 1831 tras fracasar un intento de pronunciamiento liberal, el del famoso general Torrijos que tan maravillosa y tristemente inmortalizó el pintor Antonio Gisbert  y que puede verse hoy en día en el Museo del Prado.

Las tropas francesas impusieron de nuevo el absolutismo en España y con ello el poder omnívoro de Fernando, que el 1 de octubre de 1823 declaró derogadas todas las disposiciones legales que hubieran salido de las cortes liberales, entra ellas, la aprobación de la cuarta provincia de Aragón.

Sin embargo, la idea siguió en el aire entre los bilbilitanos y, cuando años más tarde triunfó el liberalismo se volvió a plantear su reinstauración. En 1842 se abrió de nuevo el debate pero esta vez no salió adelante debido a la fuerte oposición de las provincias de Zaragoza, Soria y Guadalajara, que no querían perder territorio y por lo tanto dinero y poder. Finalmente, la de Calatayud sería una de las tres provincias existentes en la división del Trienio Liberal que desapareció del mapa, pero su recuerdo sigue hoy presente.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza