En 1920 fueron asesinados en el Paseo de la Independencia de Zaragoza tres funcionarios del Ayuntamiento mientras cambiaban el alumbrado público durante una huelga general. Las primeras décadas del siglo XX fueron de una gran conflictividad social en España, motivadas por el descontento entre la clase obrera por sus malas condiciones de vida, el hambre de tierras entre el campesinado, motines contra la condiciones de reclutamiento militar obligatorio para la Guerra del Rif (Marruecos), donde se sucedieron varios desastres con miles de soldados españoles muertos, etc.

Esto se tradujo en la convocatoria de numerosas huelgas por todo el país. Hay que recordar que Zaragoza, como uno de los núcleos de industrialización más importantes de España a principios de siglo, era uno de los focos donde mayor fuerza tenía el movimiento obrero, destacando el anarquismo. El 23 de agosto de 1920, durante una de esas huelgas, tres funcionarios del Ayuntamiento decidieron no secundarla para cambiar el alumbrado público del céntrico Paseo de la Independencia. Eran el arquitecto José de Yarza, el ingeniero César Boente y el escribiente Octavio de Toledo. Mientras trabajaban fueron tiroteados por un huelguista, siendo alcanzados por siete disparos que les causó la muerte.

El atentado produjo una gran conmoción en la ciudad y también trascendió a los medios de comunicación a nivel nacional. En este crimen sigue habiendo algunos claroscuros, además de que fue usado para aumentar la represión por parte de la patronal contra el potente movimiento sindical en la ciudad, algo que era ya muy común en otros lugares del país como en Barcelona donde incluso había «bandas» de pistoleros tanto de la patronal como del movimiento obrero.
Un tiempo después, el Ayuntamiento decidió erigir en el lugar de los hechos un monumento conmemorativo en el lugar en el que se produjo el asesinato. En él pone «La ciudad honra aquí a sus funcionarios muertos en la vía pública el XXIII de agosto de MCMXX cuando conscientes del peligro en que perecieron excedían voluntarios el deber profesional reparando con sus manos el alumbrado de la urbe. Ponga Dios paz en las luchas sociales que llevan a estos horribles descaminos«.
Años más tarde, y como suele ser habitual en la capital aragonesa, el monumento fue cambiado de lugar de su espacio original en el Paseo de la Independencia a donde está ahora mismo, un tanto escondido entre la arboleda del Paseo de la Constitución.
Sergio Martínez Gil
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza