JUANA, REINA DE ARAGÓN

Un 27 de octubre del año 1502, la infanta Juana, hija de los Reyes Católicos, y más conocida por la posteridad como “Juana la loca”, fue jurada en Zaragoza por las Cortes como heredera al trono del Reino de Aragón. No había nacido para ello, pero las prematuras muertes de su hermano Juan o su hermana mayor Isabel provocaron que fuera ella la que quedara al frente de la línea de sucesión en los diferentes estados que gobernaban sus padres.

Pero en contra de lo que pudiera parecer, este suceso solo le trajo a la pobre Juana penas y desgracias. La habían casado años antes con Felipe el Hermoso, hijo del emperador Maximiliano I de Habsburgo, como parte de una política de alianzas europeas de los Trastámara para aislar políticamente al creciente poderío de Francia. Pero a pesar de ser un matrimonio de conveniencia, Juana se acabó enamorando perdidamente de su esposo y nunca pudo aceptar ni superar los constantes escarceos amorosos de este por la corte flamenca. A su vez, las intrigas de Felipe para lograr el trono castellano lo indispusieron con Fernando e Isabel, a la vez que usaba a Juana según le convenía, lo que le acabó provocando frecuentes accesos de ira y otra clase de comportamientos que las costumbres cortesanas de la época consideraban indignas para una princesa de su alcurnia.

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Juana «la Loca», obra de F. Pradilla – Museo del Prado

A la muerte de Isabel la Católica en 1504, tanto Felipe como Fernando  de Aragón comenzaron una lucha abierta por lograr la gobernanza de Castilla, que en justicia pertenecía a Juana como reina, pues las leyes castellanas, en ausencia de heredero varón, permitían a las mujeres tanto ostentar la corona como gobernar. Pero tanto padre como marido fueron usando a su antojo la baza de la supuesta locura de Juana para tratar de apartarla del poder y poder gobernar ellos. En 1505 Felipe se salió con la suya, logró apartar a Fernando de Castilla y que además las cortes castellanas y la propia Juana, viéndose abandonada por todos, le cedieran el trono y el gobierno castellano. Pero poco tiempo después, y bajo unas oscuras circunstancias, Felipe murió, dejando un auténtico vacío de poder en el reino, pues Juana se dedicó a vagar por los campos castellanos con su séquito y con el cuerpo de Felipe en descomposición, lo que acentuó su fama de no estar en sus cabales.

Finalmente su padre Fernando regresó de su “retiro” en la Corona de Aragón y fue proclamado regente hasta que el primogénito varón de Juana, Carlos de Gante, lograra la mayoría de edad. En enero de 1516 murió Fernando el Católico y su nieto Carlos pasó a heredar un imperio inmenso con posesiones en tres continentes. Pero aunque este fue rey de los estados peninsulares desde ese momento hasta su abdicación en 1556, lo cierto es que, aunque sea poco conocido o apenas se mencione, fue rey a la vez que su madre Juana, quien mantuvo hasta su muerte en 1555 todos los títulos sobre las inmensas posesiones que habían heredado los Habsburgo. Legalmente la Corona de Aragón y el resto de estados de la nueva Monarquía Hispánica tuvieron a la vez dos monarcas: Carlos y Juana (aunque esta última no gobernó de forma efectiva). De hecho, el propio Carlos llevaba ya años pensando en abdicar en su hijo Felipe todas sus posesiones, pues no se sentía con ánimo ni físico ni mental de seguir ostentando semejante carga. Sin embargo no pudo abdicar hasta que no murió su madre, quien tuvo una triste y larga vida en su encierro en Tordesillas.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza


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