El 5 de octubre de 1994 se inauguró uno de los actuales emblemas de la cultura en la ciudad de Zaragoza; su flamante auditorio que, tres décadas después, sigue siendo uno de los espacios de referencia tanto en la ciudad como en Aragón. Aquel 5 de octubre, el nuevo equipamiento municipal que se convertía ya desde ese mismo día en complejo de referencia tanto a nivel nacional como internacional por su modernidad, vio como para la inauguración se ofreció un concierto de la Orquesta y Coro Nacional de España con un programa que incluyó trabajos del turolense Antón García Abril o todo un símbolo de la música como la Novena sinfonía de Beethoven.
Para el edificio se escogió parte de los terrenos de lo que fue durante décadas la Feria de Muestras de Zaragoza de la que hoy en día quedan su famosa torre y sus antiguas dependencias de oficinas que ahora son la sede de la Cámara de Comercio. Todo un complejo que venía a dotar a la ciudad de un nuevo espacio cultural para la música pero también para diferentes actividades gracias a sus multidisciplinares espacios. El edificio, obra de los arquitectos aragoneses José Manuel Pérez Latorre y Basilio Tobías costó 6.700 millones de pesetas (unos 40 millones de €), y la enorme calidad sonora de espacios como la magnífica Sala Mozart ha sido elogiada incluso por grandes directores como Zubin Mehta, quien ha llegado a decir que el de Zaragoza es el Auditorio moderno con mejor acústica que conoce.
Esta efeméride lleva a recordar otros espacios de la cultura zaragozana que han existido a lo largo de la historia, unos con mejor fortuna que otros e incluso alguno de ellos con una historia de dejadez institucional que es imposible comprender a día de hoy.
Con uno de esos espacios toca viajar hasta el siglo XVIII para hacer referencia al Coliseo de Comedias de Zaragoza, situado en buena parte del emplazamiento que hoy en día ocupa el Banco de España. Sin embargo, este teatro sufrió la tarde del 12 de noviembre de 1778 una de las peores tragedias que ha sufrido la ciudad, pues durante la representación de la obra “La real jura de Artajerjes” se produjo un enorme incendio que acabó costándole la vida a 77 personas a los que hubo que sumar más de medio centenar de heridos. Este suceso provocó una enorme consternación en la ciudad, y no fueron pocas las voces en toda España que clamaban por la prohibición de semejantes “espacios pecaminosos”.

El Coliseo había sido inaugurado en el año 1771 y estaba considerado como uno de los más elegantes de la España del momento, con una capacidad para 1.300 personas en 4 pisos, gradas y palcos. A pesar de su destrucción, Zaragoza era una ciudad con una gran demanda de representaciones teatrales, de modo que La Lonja fue habilitada temporalmente para tal menester mientras se decidía la construcción de un nuevo coliseo, que finalmente fue levantado muy cerca del anterior pero justo en la acera contraria. Esos fueron los inicios del Teatro Principal, inaugurado en el año 1799. Un complejo que quiso mezclar el estilo de los tradicionales corrales de comedias con la moda del momento de los grandes teatros a la italiana. Evidentemente, este espacio único de la ciudad se ha ido transformando e incluso ampliando y adecuando a lo largo de sus 222 años de historia hasta conformar uno de los espacios más bellos de Zaragoza.
Si nos vamos hasta comienzos del siglo XX, la capital aragonesa, una ciudad en plena expansión demográfica pero que todavía tenía apenas unos 100.000 habitantes, mostraba aún así una significativa vida cultural con hasta 5 teatros: el Principal, la Parisiana, el Pignatelli, el Teatro Circo y el Teatro de Variedades. Espacios que por desgracias y salvo el Teatro Principal han ido desapareciendo.
Uno de los más maravillosos fue el Teatro Pignatelli, situado más o menos en el solar que hoy ocupa la preciosa sede neomudéjar de Correos en el Paseo de la Independencia. Fue un edificio diseñado por el gran arquitecto turiasonense Félix Navarro, y fue sin duda la persona que llevó la modernidad a una Zaragoza que a finales del siglo XIX y comienzos del XX se recuperaba por fin de los desastres de los Sitios durante la Guerra de la Independencia y que comenzaba a crecer, queriendo pasar de una mera capital regional a ser una de las ciudades más importantes a nivel nacional. Félix Navarro estudió en Madrid pero también viajó a países como EE.UU. y Alemania empapándose de una nueva forma de construir que iba a revolucionar el mundo de la arquitectura y de los grandes edificios. Hablo del uso del hierro como elemento arquitectónico principal. De hecho, uno de los primeros edificios construidos con este material en España fue este Teatro de Pignatelli de Zaragoza, siendo levantado en el año 1878 y destruido en 1914.
Pero no quiero terminar sin hablar del caso del Teatro Fleta, construido entre los años 1954 y 1955 con diseño del arquitecto José Yarza García. Un gran edificio ideado para realizar la función tanto de cine como de teatro contando con más de 1.700 butacas dispuestas en una platea y en un anfiteatro superior y que pronto se convirtió en uno de los grandes símbolos de la arquitectura moderna en Aragón. En el año 1998 fue adquirido por el Gobierno de Aragón por más de 7 millones de € y cerró sus puertas al año siguiente, a lo que le siguieron numerosos proyectos y reformas que por unos motivos u otros han caído en saco roto, como el convertirlo en un gran teatro de la ópera del que la ciudad sigue adoleciendo a día de hoy. Tras más de 20 años paralizado, el Teatro Fleta sigue siendo por desgracia una de esas dolorosas cicatrices de una vida cultural zaragozana que tiene sus luces y sus sombras.
Sergio Martínez Gil
Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza
