EL CASTILLO DE LOARRE

La gran fortaleza de Loarre es uno de los ejemplos de arquitectura militar y civil románica mejor conservados y más importantes de España. Conforme se llega al Castillo de Loarre, su figura impone a cualquiera que lo observe incluso casi mil años después de su construcción, lo que ya de entrada nos muestra el cumplimiento de buena parte de la misión para la que fue construido tanto tiempo atrás. Para comprender su historia y la misión que le fue encomendado nos tenemos que ir incluso unos siglos más atrás en el tiempo y a la creación de Aragón como entidad política pero no como reino, sino como condado. Una etapa histórica poco conocida, con no demasiada información disponible, pero con la que se intenta reconstruir con las piezas disponibles ese gran puzle que es la Historia.

A finales del siglo VIII, el gran poder cristiano de Europa era el reino de los francos gobernado por su rey, Carlos el Grande o Carlomagno, quien lideró a buena parte de una cristiandad europea que había estado hasta entonces un tanto agazapada y “encerrada” sobre sí misma durante varios siglos en los inicios de lo que llamamos Edad Media. Pero este gran imperio que creó también tenía sus amenazas en las fronteras, y una de las más importantes era esa zona fronteriza con el islam y el Emirato de Córdoba. De hecho, según parece y nos cuenta el “Cantar de Roldán”, Carlomagno lanzó una expedición para conquistar la ciudad de Zaragoza cuyo gobernante islámico, quien se había rebelado contra el poder cordobés buscando una mayor independencia, le había prometido entregar al rey franco la ciudad. Esto encajaba perfectamente en los planes de Carlomagno de crear una gran marca defensiva en el sur de su imperio que tuviera la función de hacer de colchón frente a sus vecinos, y esa era la Marca Hispánica. La idea era que todas las tierras que hay entre los Pirineos y el valle del Ebro formaran parte de esa marca defensiva. Pero la cosa salió rana y finalmente no consiguió tomar la ciudad, sufriendo incluso después una derrota en la Batalla de Roncesvalles mientras se retiraban (a manos de los musulmanes según el cantar y de los vascones según el actual consenso histórico).

Aun así, se acabaron creando al sur de los Pirineos una serie de pequeños territorios o condados dependientes del trono de un Carlomagno que además fue coronado emperador por el papa en el año 800, aumentando todavía más su ascendencia como “defensor de la Iglesia y de la cristiandad”. Condados como los de Aragón, Sobrarbe, Ribagorza, Barcelona y otros más, que con el paso del tiempo acabaron por seguir su propio camino conforme ese Imperio carolingio se fue disgregando y perdiendo poder con los sucesores de Carlomagno. Así fue ese camino del Aragón condal, hasta que la única hija y heredera del conde Galindo II Aznárez, es decir, Andregoto, fue casada hacia el año 925 con el que sería el rey Sancho Garcés II del cada vez más pujante reino de Pamplona. Desde entonces, el condado de Aragón siguió existiendo, pero sus condes eran a la vez los reyes pamploneses.

Fue de hecho uno de sus monarcas el iniciador de la construcción del castillo de Loarre, Sancho Garcés III entre los años 1033 y 1035 para que sirviera para proteger parte de los accesos hacia los Pirineos de la zona de Arguis y Riglos, así como para hacer de avanzadilla hacia las ricas tierras del llano y de la Hoya de Huesca. Eran unos años en los que el antes poderoso Califato de Córdoba se había desintegrado por sus propias luchas internas surgiendo los primeros reinos de taifa, y aquella fortaleza miraba directamente a los dominios de una de las más ricas y poderosas; la de Saraqusta (Zaragoza).

En el año 1035 murió el rey Sancho III el Mayor dividiendo sus extensos dominios entre sus hijos y tocándole en suerte a Ramiro I ese condado de Aragón. Es el momento en el que se considera el inicio de Aragón como reino ya que, aunque es verdad que Ramiro nunca se trató a sí mismo en los documentos como rey, sus coetáneos lo trataban como tal. Pero no fue hasta el reinado de su hijo, Sancho Ramírez, cuando se le volvió a dar una mayor importancia a Loarre ampliando su tamaño, sobre todo para dar cabida a su nueva función de fortaleza y también monasterio dentro de la política religiosa del monarca que introdujo en la península Ibérica el rito romano en detrimento del mozárabe. Loarre fue clave para el avance cristiano hacia el sur como base de operaciones de las avanzadillas que se hacían contra los musulmanes, y también lo fue cuando el propio Sancho Ramírez intentó conquistar la ciudad de Huesca en el año 1094, algo que le costó la vida, pero donde triunfó su hijo y sucesor dos años después, el rey Pedro I, tras vencer en la Batalla de Alcoraz. Aunque el castillo de Loarre siguió en funcionamiento, sus mejores tiempos, que a decir verdad duraron sólo unas décadas, quedaron atrás, ya que el avance conquistador hacia el valle del Ebro le quitó esa importancia inicial que había tenido como posición de vanguardia. Sin embargo, todavía hoy sigue maravillando a todos aquellos que se acercan a visitar esta inmensa y bella mole de piedra.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza