ALMOGÁVARES: EL TERROR DE ORIENTE

Imaginemos la clásica imagen que todos tenemos en la cabeza del Partenón de Atenas: incompleto, pero a la vez imponente en lo alto de la acrópolis, desafiando al paso de los siglos, las civilizaciones, culturas, guerras,… Imaginemos entonces uno de los edificios más famosos de todo el planeta y de la historia del ser humano, pero en el año 1379. ¿Por qué ese año? Porque si realmente pudiéramos viajar en el tiempo como en la famosa serie de la televisión pública española, veríamos el mayor monumento de la Grecia clásica coronado con una bandera de las barras del rey de Aragón ondeando en lo alto. Esto no sería fruto de algún espontáneo de la época, sino de una de las aventuras más legendarias y a la vez bárbaras de la historia medieval: hablamos de la compañía de los almogávares.

¿QUIÉNES ERAN LOS ALMOGÁVARES?

¿Quiénes eran realmente los almogávares? Normalmente, cuando se habla de ellos, la idea que se tiene va asociada a sus últimas etapas de existencia, que a la postre fueron las que les dieron más fama. Pero la historia de los almogávares se alarga mucho más en el tiempo.

Ya el significado de la palabra nos dice mucho de quiénes eran. Almogávar proviene del árabe al-mogavar, que significa el que hace algaras o correrías. Durante la conquista de las tierras dominadas por los musulmanes a lo largo del valle del Ebro, muchas zonas de frontera o recién conquistadas se quedaban prácticamente desiertas, siendo áreas muy permeables y sin ninguna autoridad política o militar. Eran frecuentes la inseguridad y las escaramuzas de saqueo, tanto por parte cristiana como musulmana. Es bastante probable que el origen de muchos de estos almogávares fuera el de campesinos aragoneses y catalanes que se vieron obligados a abandonar sus tierras de frontera y a convertirse en soldados de fortuna, aunque fuera a veces sólo temporalmente como defensa o incluso como un complemento económico a su actividad. El objetivo de las correrías era obtener botín, normalmente en forma de personas y animales que luego se podían intercambiar por dinero. Las continuas incursiones de tropas musulmanas en las fronteras obligarían también a muchos a tener que buscar refugio en los bosques y montañas, dejando abandonadas sus tierras de labor. Ante este peligro constante, muchos acabarían dedicándose plenamente a las algaradas fronterizas permanentes contra los musulmanes. Probablemente, muchos nobles les pagarían incluso por adentrarse en territorio enemigo y hacer el máximo daño posible y así debilitar los ataques islámicos y ahorrarles el trabajo que en teoría debían de hacer ellos.

La referencia histórica más antigua que habla de los almogávares dentro de los ejércitos cristianos es de la crónica aragonesa de San Juan de la Peña, que los sitúa participando en el asedio de Saraqusta (la Zaragoza islámica) con las tropas de Alfonso I el Batallador en 1118. Eran hombres que utilizaban poco armamento: apenas un par de lanzas, una daga larga y casi sin armadura, lo que les hacía muy rápidos. Los almogávares actuaban con extremada rapidez, atacando en cualquier sitio de forma inesperada, saqueando y realizando el mayor daño posible durante unos días para después retirarse antes de que el enemigo pudiera organizar una defensa adecuada. Conforme la conquista avanza, los territorios de la Corona de Aragón irán perdiendo frontera directa con el islam hasta perderla totalmente, quedándose sin su medio natural de vida. Es por ello por lo que comienzan a ofrecer sus servicios a la corona como compañías de mercenarios, siendo muy bien aceptados por su capacidad combativa y su excepcional movilidad, siendo toda una novedad en la forma de hacer la guerra en el medievo, carente de miramientos con respecto a los convencionalismos del arte de la guerra.

Apenas son nombrados en El libro de los hechos de Jaime I el Conquistador, donde se relata la conquista de Mallorca y Valencia ya en el siglo XIII, pero no porque su contribución fuera poca, sino porque se consideraba que su forma de luchar, aunque muy efectiva y necesaria, no era honrosa y no seguía los parámetros caballerescos de la época.

En un principio, los almogávares operaron dentro del ejército aragonés como mercenarios encargados de acciones de exploración, actuando como complemento de la caballería y de los ballesteros, que eran el grueso de los ejércitos de la corona. Pero a partir de la mitad del siglo XIII, van aumentando en número y agrupándose en unidades más independientes, hasta convertirse en la punta de lanza y en los cuerpos de élite de la Corona de Aragón.

Ya hemos comentado la simplicidad de su equipamiento militar, el cual les daba mucha movilidad. Además, vestían una camisa corta y unas calzas de cuero, calzaban abarcas y cubrían su cuerpo con pieles. Todo esto, junto a sus largos cabellos y pobladas barbas les conferían un aspecto desharrapado, pero sobre todo fiero, que atemorizaba a sus enemigos con tan sólo verlos.

A finales del siglo XIII y principios del XIV, buena parte de sus integrantes eran catalanes, pero también había numerosos aragoneses, además de valencianos y mallorquines. Sin duda, el escenario que les acabó dando gran fama como guerreros fue la Guerra de las Vísperas Sicilianas (1282-1302). En 1266, el papado y Francia se aprestan a eliminar el último reducto en Europa de los Hohenstaufen, la familia que había ostentando el trono del Sacro Imperio Romano Germánico y que tanto se había opuesto al poder del Papa. Este último reducto era el reino de Nápoles, que también englobaba la isla de Sicilia. Así pues, el papa decide sacarse de la chistera el rumor de que Manfredo Hohenstaufen, rey de Nápoles, desea someter a toda Italia, incluida Roma, bajo su poder. Hecho correr el rumor, le ofrece la corona de Nápoles a Carlos de Anjou, señor de Provenza y tío del rey de Francia, Felipe III, que por aquel entonces era ya una de las mayores potencias militares de Europa. En 1266 Carlos de Anjou derrota al rey napolitano y se hace con la corona, comenzando el reinado de los franceses en este reino.

Sin embargo, la actitud de Carlos, de sus nobles franceses y de sus seguidores en el gobierno de Sicilia no cayó muy bien entre la mayoría de los sicilianos, que comenzaron a organizar núcleos de resistencia contra los odiados franceses. Pero la represión no tardó en llegar, y muchos antifranceses tuvieron que exiliarse, como es el caso de Roger de Lauria, que acabó en la corte barcelonesa de Jaime I, donde se formó y acabó siendo el legendario almirante de las flotas de la Corona de Aragón.

Es aquí donde entra Pedro III el Grande de Aragón, que estaba casado con Constanza, hija del depuesto rey napolitano y posteriormente única heredera viva de este. Pedro III comenzó a urdir una serie de planes diplomáticos y militares con el objetivo de aislar a Carlos de Anjou y a los franceses, y hacer valer por las armas los derechos de su esposa a ser reina de Nápoles, lo que, casualidades de la vida, también le hacía rey a él.

Por fin, un 30 de marzo de 1282, estalla en Palermo (Sicilia) una revuelta antifrancesa que acabó con toda la isla levantada en armas contra Carlos de Anjou. Las malas lenguas dicen que Pedro III fomentó desde el principio dicha rebelión junto a la colaboración del emperador de Bizancio, que hacía ya tiempo que se la tenía jurada a los franceses. Los sicilianos trataron de proclamar un reino independiente, pero ante la abrumadora superioridad del ejército de Carlos de Anjou, probablemente el más poderoso del momento, decidieron ofrecer la corona a Constanza y por tanto a su esposo, Pedro III de Aragón. De nuevo casualidades de la vida, Pedro III se encuentra en Túnez (muy cerca de Sicilia) con un importante ejército, y enseguida desembarca en Sicilia y se hace coronar rey en Palermo. La guerra entre aragoneses y franceses comienza con la intermediación del Papa, que como buen francés apoya a Carlos de Anjou y llega a excomulgar a Pedro III.

Los ejércitos franceses y los de Carlos de Anjou eran superiores a los de Aragón, pues cuentan con mayor cantidad de caballeros e infantería pesada. Pero la estrategia de Pedro III rompe los esquemas de guerra tradicionales. La flota aragonesa, bajo las órdenes de Roger de Lauria, derrota a las naves francesas controlando el Mediterráneo. Una vez logrado, la flota mueve rápidamente de un lado a otro a las tropas aragonesas y, más concretamente, a la compañía almogávar que lleva a cabo ataques relámpago incluso por las noches, con el objetivo de debilitar al enemigo y sobre todo de provocar el levantamiento de las ciudades del sur de Italia que todavía están en poder de Carlos de Anjou. Los almogávares, bajo las órdenes de Guillem Galceran de Cartellà, logran imponerse constantemente a los franceses, con victorias como la de Catona, Solano y Seminara, o la toma de Catanzaro ya en territorio peninsular. Las costas del sur de Italia fueron pasto de las algaradas de los almogávares, que eran rápidamente distribuidos por la flota de un lugar a otro, minando la teórica superioridad de los franceses. La guerra prosiguió durante años, con largas fases de escasos movimientos, hasta que en 1302 se firma la Paz de Caltabellota, por la que Sicilia se desligaba del Reino de Nápoles y quedaba dentro del entorno de la Casa Real de Aragón.

Lograda la paz para la Corona de Aragón, la compañía mercenaria de los almogávares, que tan excelente papel había hecho en Sicilia y el sur de Italia, y que tanta fama había logrado, pasaba a estar ociosa y a convertirse en un problema para los reyes de Aragón y de Sicilia. Para los almogávares tanto les daba luchar por sus empleadores como contra ellos mientras recibieran su sustento. Es ahí donde aparece el emperador de Constantinopla y donde comienza la parte más legendaria de esta historia.

 

LOS ALMOGÁVARES LLEGAN A ORIENTE

Mientras en Occidente la Corona de Aragón iba aumentando su poderío, en Oriente, la antaño gran potencia mediterránea que había sido el Imperio Bizantino languidecía y se veía amenazado por múltiples enemigos. Esto hacía presagiar el rápido fin de la llamada segunda Roma. Justo un siglo antes, el catolicismo había convocado la Cuarta Cruzada para recuperar Tierra Santa, pero las tropas que llegaron ante los muros de Constantinopla de camino a Jerusalén decidieron cambiar de objetivo y luchar contra sus hermanos, los cristianos ortodoxos del Imperio Bizantino. Constantinopla fue por primera vez en su historia tomada y brutalmente saqueada, creándose el Imperio Latino de Oriente y dejando dividido al Imperio Bizantino (1204). Pasarían sesenta años hasta que los emperadores de Bizancio recuperaran su capital, pero el gran poderío bizantino nunca volvería ya a ser ni la sombra de lo que fue. Esto fue aprovechado por sus numerosos enemigos.

800px-The_Entry_of_the_Crusaders_into_Constantinople
«Entrada de los cruzados en Constantinopla», de Eugène Delacroix (1840)

En los Balcanes, eran los serbios los que arrebataban territorios al Imperio, además de varios estados latinos en Grecia, supervivientes del Imperio Latino anteriormente mencionado, y gobernados en su mayoría por los franceses. Pero la más temible amenaza eran las tribus turcas, que avanzaban cada vez más por Anatolia. Varias habían sido las oleadas de tribus turcas que habían llegado a Anatolia desde el interior de Asia, pero una de ellas sería la que sellaría el destino de Constantinopla. Se trata de la tribu mandada por su caudillo Osmán y a la que se acabó denominando osmanlíes, más conocidos en Europa como otomanos.

La Anatolia ocupada por los turcos estaba dividida en varios sultanatos, pero es en este momento cuando los otomanos comienzan a sobresalir e irán imponiéndose poco a poco sobre el resto a lo largo del siglo XIV. En 1301, los ejércitos bizantinos son derrotados por los turcos en Anatolia en la Batalla de Bapheus. Queda patente que los ejércitos imperiales dirigidos por Miguel,  hijo del emperador, son totalmente incapaces de frenar al enemigo, y tan sólo las imponentes fortificaciones de ciudades como Filadelfia, Nicea, Esmirna, etc., hacen que el Imperio siga presente en Asia Menor. Pero era cuestión de tiempo que los turcos lograran sobrepasar esas defensas y llegar hasta la misma capital.

El emperador Andrónico II Paleólogo decide acudir, como tantas veces había hecho ya el Imperio, a la contratación de mercenarios extranjeros para intentar una defensa que se antojaba casi imposible. Es aquí donde llega a Andrónico la noticia de una pintoresca compañía de mercenarios de la Corona de Aragón, con la que en reinados anteriores habían mantenido estrechas relaciones diplomáticas y comerciales. Hablamos de los almogávares, por supuesto, que justo en ese momento se acababan de quedar sin empleo tras el final de la guerra en Sicilia, y cuya presencia en tierras italianas suponía un problema para todo el mundo.

Andrónico mandó emisarios a Roger de Flor, por entonces líder de la compañía almogávar, para proponerle ser contratados para defender al Imperio Bizantino. Roger de Flor solicitó que se le concediera el título de megaduque del Imperio y la mano de una princesa imperial. Una vez alcanzado también el acuerdo sobre el pago de las soldadas, los emisarios nombraron megaduque a Roger de Flor y le prometieron su casamiento con la princesa María, todo lo cual le convertía de la noche a la mañana en el cuarto hombre más importante del Imperio. El emperador sólo puso una condición: la compañía tenía que estar conformada exclusivamente por catalanes y aragoneses, cosa que se cumplió… al principio.

En Sicilia vieron con muy buenos ojos la marcha de los almogávares, e incluso aportaron diez galeras para facilitar su transporte a oriente y una pequeña cantidad de dinero en concepto de fin de contrato por sus servicios prestados. Treinta y seis naves zarparon del puerto siciliano de Mesina con la compañía almogávar, formada por 4.000 hombres de infantería, 1.500 caballeros y unos 1.000 marinos, junto a sus mujeres, hijos, etc. De este grupo destacaban por su procedencia nobiliaria Ferrán d’Arenós, Fernando de Ahonés, Berenguer de Entença y Bernat de Rocafort, aunque estos dos últimos irían con sus hombres a oriente un tiempo más tarde, pues se negaban a entregar a los franceses varios castillos en Italia hasta que no les pagaran un rescate adecuado.

Por fin, en septiembre del año 1303, la flota llegaba por mar a Constantinopla y sus tropas desembarcaban en el puerto más cercano al palacio imperial de Blaquernas. Los almogávares quedaron realmente impresionados ante las dimensiones y fastuosidad de la ciudad, una de las más imponentes del mundo de la época. Roger de Flor y sus capitanes fueron recibidos por el emperador Andrónico II, su hijo Miguel, la jerarquía de la Iglesia ortodoxa y por los grandes prohombres del imperio en la gran sala de audiencias del palacio. Fueron recibidos con todo tipo de honores, y Roger de Flor fue investido oficialmente como megaduque del Imperio bizantino. Tras los actos oficiales, los almogávares desfilaron por el paseo triunfal (usado antaño para los triunfos militares al estilo romano) y que atravesaba la ciudad y llegaba hasta las inmediaciones de la gran basílica de Santa Sofía. Los bizantinos se asombraban al ver desfilar a unos bárbaros mal vestidos, más parecidos a labriegos o pastores que a soldados, pero su disciplina al desfilar ya superaba con creces a la del maltrecho ejército imperial.

Pero no todo eran parabienes. Los mandos del ejército bizantino, incluido Miguel, el heredero al trono, veían con profunda envidia la llegada de estos casi harapientos hombres de Occidente, que para más inri profesaban la religión católica, mortal enemiga de la Iglesia ortodoxa. Tampoco estaba muy contenta la gran comunidad de genoveses que estaba asentada en el barrio de Pera, al otro lado del Cuerno de Oro (el gran puerto natural de la ciudad), y veían la presencia almogávar como la avanzadilla de la llegada a oriente del comercio catalán, su gran competidor.

Tras finalizar los actos de recibimiento, la compañía se acuarteló en las inmediaciones del palacio. Pero como buen grupo de guerreros acostumbrados a la guerra y a armar jaleo, pronto empezaron los desmanes contra la población civil. Robos, violaciones, duelos, cuchilladas… Para tratar de evitar los altercados, el emperador quiso acelerar el casamiento de Roger de Flor con la princesa María de Bulgaria y así enviar cuanto antes a los mercenarios a llevar a cabo la misión para la que habían sido contratados: luchar contra los turcos en Anatolia.

Aún con todo no se pudo evitar uno de los altercados, por llamarlo de alguna manera, provocado por los almogávares. La misma noche del enlace, un almogávar paseaba solo y un grupo de genoveses empezaron a burlarse de su aspecto desaliñado. El almogávar, ni corto ni perezoso, desenvainó su espada y comenzó a luchar contra los genoveses y a la refriega comenzaron a unirse hombres de ambos bandos. La lucha se extendió y llegado un momento, buena parte de los genoveses se presentaron en armas ante el acuartelamiento de la compañía. Comenzó una verdadera batalla campal por las calles de la ciudad, y pronto los almogávares se hicieron con el control de la situación, dedicándose a exterminar a todo genovés que se encontraban. Incluso asesinaron a algunos de los emisarios que el emperador mandaba para tratar de mediar y poner fin a los disturbios. Tan sólo la mediación de Roger de Flor logró poner fin a la refriega cuando los almogávares se disponían a embarcar para ir a destrozar el barrio genovés de Pera. Algunas fuentes hablan de que unos 3.000 genoveses fueron asesinados.

Si algo tenía esto de positivo, es que la compañía disipó toda duda que pudiera quedar sobre su capacidad combativa. Pero por otro lado, se granjearon un enemigo muy poderoso en los genoveses, cuyo poderío militar en Oriente era imponente.

El emperador, por fin, decide mandar a los almogávares a Anatolia. La flota cruzó el estrecho del Bósforo y desembarca en las costas dominadas por el Imperio. En un principio, los griegos que vivían en la zona recibieron con alegría a aquellos que en teoría venían a ayudarles en su lucha, pero pronto descubrieron que sus teóricos salvadores iban a ser aún más crueles que los turcos. Nada más llegar, los almogávares comenzaron a cometer crímenes contra la población. Como escribió Paquimeres, un cronista de la época: “Les robaron la plata, saquearon aldeas, violaron a las mujeres y trataron a los habitantes como si se hubiese tratado de esclavos”. Hay que decir que hubo capitanes de la compañía que protestaron por estas acciones, como Ferrán d’Arenós, que tras protestar ante Roger de Flor decidió abandonar la expedición y se marchó con sus hombres (muchos de ellos aragoneses) a buscar fortuna al servicio del duque de Atenas.  Sin embargo, en compensación a los almogávares se unieron mercenarios armenios, tártaros y alanos, además de un destacamento bizantino mandado por Focas Marules.

A los días de llegar, Roger de Flor enarboló el senyal d’Aragó, y al grito de ¡Desperta ferro, Aragó, Aragó!” atacó por sorpresa un campamento turco sin avisar a las tropas bizantinas. Esta fue la primera victoria de tropas cristianas en Anatolia desde hacía mucho tiempo, y fue muy celebrada en Constantinopla cuando llegaron las noticias. Pero al no haber avisado y dejado participar a las tropas bizantinas de Focas Marules, los comandantes bizantinos, y en especial el heredero al trono Miguel, aumentaron todavía más su rencor hacia Roger de Flor.

Llegado el invierno del año 1303, los almogávares acamparon para pasar el invierno, pero esto no significó una mayor tranquilidad. En cuanto los soldados pasaban unas pocas semanas acuartelados en algún lugar, enseguida se buscaban “divertimentos”, como saquear a los civiles o luchar entre ellos mismos. Eso es lo que pasó en ese invierno, cuando se produjeron unos altercados entre los almogávares y sus aliados, los alanos. En una de las luchas, el líder de los alanos, Gircón, perdió a su hijo. Tras un sangriento enfrentamiento, los alanos abandonaron la expedición almogávar y Roger de Flor se ganó un nuevo enemigo mortal, por si no tenía ya bastantes. Esto le acabaría pasando factura meses más tarde.

Llegado el verano de 1304, la compañía volvió a ponerse en marcha. Contaban unos 6.000 aragoneses y catalanes, 1.000 alanos que habían decidido quedarse en busca de fortuna y otros 1.000 soldados bizantinos. Comenzaron a avanzar sobre las ciudades próximas a la costa del Egeo, y de nuevo volvieron a martirizar a la población que supuestamente venían a proteger. Otro cronista de la época, Phrantzes, escribió lo siguiente: “[…] deshonraban a sus hijas vírgenes y a las mujeres, y ataban y después apaleaban a los viejos y a los sacerdotes”.

Mientras tanto, las tribus turcas se habían retirado de la región tras sufrir su primera derrota, pues ya eran conocedores de la fama de los almogávares. De todas formas, el objetivo asignado por el emperador era acudir en auxilio de la gran ciudad de Filadelfia, que se encontraba bajo asedio del emir de Germiyan, Ali Shir. Poco antes de llegar, Ali Shir les salió al paso con el primer gran ejército turco que se encontraron. Se produjo entonces la Batalla de Aulax, pero sobre ella difieren las fuentes que hablan al respecto. Ramón Muntaner, cronista que habló de las hazañas de los almogávares y que formaba parte de la compañía, habla de una enorme victoria sobre los turcos, que habrían sufrido casi 18.000 bajas por apenas 200 por parte de los mercenarios. Pero las fuentes bizantinas hablan de que  justo al inicio de la batalla, los turcos se retiraron de forma vergonzosa. Sea como fuere, lo cierto es que los almogávares lograron su cometido y salvaron a Filadelfia del asedio turco.

Mapa almogávares por oriente
Recorrido de los almogávares por Oriente

Desde allí marcharon de nuevo hacia el sur acercándose a las costas del Egeo y tomando el control de la región. Las autoridades imperiales de la zona les mandaron tomar la ciudad de Tripolis, muy cercana a Filadelfia, en donde se había refugiado el emir Ali Shir con su ejército. Pero Roger de Flor lo desestimó, haciendo patente que si bien los almogávares eran una fuerza casi incontestable en batallas a campo abierto, no tenían prácticamente fuerza en el asedio de ciudades. Permanecieron cercanos a la costa para que se les uniera la flota almogávar al mando del aragonés Ferrán d’Ahonés. Pero sorprendentemente no sólo llegó dicha flota, sino que se les unió la compañía del valenciano Bernat de Rocafort, con unos 1.200 hombres, y que había permanecido hasta entonces en Sicilia hasta que arregló sus asuntos.

Una vez reforzados con los hombres de Rocafort, la compañía continuó su avance hacia oriente, adentrándose en los territorios de las tribus turcas. Según el cronista Muntaner, llegaron hasta las mismas Puertas Cilicias, un enclave natural y estratégico muy cercano a la frontera con la actual Siria. En realidad es poco probable que llegaran tan al oeste, y que Muntaner identificara con las Puertas Cilicias cualquier enclave no tan lejano. La cuestión es que en ese lugar, en agosto de 1304, los almogávares de nuevo se vieron enfrentados frente a un nuevo ejército turco. El cronista catalán habla de unos 10.000 jinetes y otros 20.000 infantes, pero lo más seguro es que las cifras estén infladas para magnificar lo acontecido. Lo cierto es que, de nuevo, la compañía logró una gran victoria frente a los turcos, enarbolando el senyal d’Aragó y gritando su lema de “¡Desperta ferro, Aragó, Aragó!” que tan famoso hizo Muntaner en su crónica. Llegados a este punto, parece ser que los capitanes tuvieron aún más ansias de gloria y, tentados al haber llegado tan lejos hacia el este y tras haber cosechado victoria tras victoria, surgió la idea de emprender el camino hacia Jerusalén y recuperar por sí solos los Santos Lugares de la cristiandad. Realmente era un caramelo muy goloso el hacer realidad el sueño de la fracasada cruzada que Jaime I trató de emprender apenas 35 años antes, y en la que habían participado también varias compañías de almogávares. Pero finalmente, se vio la inviabilidad de semejante campaña y decidieron regresar hacia su base en las costas del Egeo. Pasando allí el invierno, Roger de Flor recibió a unos emisarios del emperador que pedía su inmediato regreso a Constantinopla para que ayudara a su hijo Miguel frente a otro temible enemigo: los búlgaros. Roger de Flor decidió acatar las órdenes y toda la compañía cruzó de nuevo el mar para acampar, ya de nuevo en Europa, en la estratégica península de Galípoli, no muy lejos de la capital.

 

ROGER DE FLOR: DE CABALLERO TEMPLARIO A CÉSAR DE BIZANCIO

Pero, ¿quién era este Roger de Flor? Roger nació en la ciudad italiana de Brindisi, de donde era su madre, una burguesa casada con un oficial de cetrería del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico II. Su familia se acabó arruinando, y su madre decidió entregarlo bajo la protección de la Orden del Temple, donde ingresó de joven. Llegó a alcanzar el grado de sargento al mando del navío templario El Halcón. Luchó en Tierra Santa, participando en la defensa de Acre1291-, el último enclave en poder cristiano en la región. Sin embargo, los templarios le acusaron de aprovechar la confusión de los últimos momentos de la defensa y la evacuación de la ciudad para saquear parte del tesoro templario y huir con su navío.

Tras esto decidió aprovechar sus conocimientos militares para hacerse mercenario y acabó al servicio del rey siciliano de la Casa de Aragón, Fadrique II. El rey le hizo capitán de una de las compañías de almogávares y participó en los últimos años de la Guerra de las Vísperas Sicilianas. Roger de Flor logró durante esta campaña la estima de sus hombres y un gran prestigio militar. Tras el final de la guerra aceptó rápidamente la oferta del emperador bizantino, que ya de por sí era muy generosa. Pero además, su marcha a oriente le protegía de las garras de la Orden del Temple, que una vez llegada la paz en Sicilia, estaba deseosa de echarle el guante. Una vez en Constantinopla, Roger fue investido megaduque, como ya hemos visto, lo que le convertía en una de las personas más poderosas del Imperio.

Aquí regresamos al punto donde nos habíamos quedado. Los almogávares regresan a Europa y se acuartelan en Galípoli. Pero al poco de llegar, Roger de Flor y el resto de capitanes comienzan a reclamar al emperador el pago de las soldadas atrasadas. Por contra, el emperador y sobre todo su corte se niegan a ello, pues están escandalizados por los actos de pillaje que los mercenarios habían realizado en Anatolia a costa de la población que debían proteger. En esa situación de tira y afloja se encontraban cuando por fin llegó a oriente el noble aragonés Berenguer de Entença con su compañía procedente también de Sicilia. En su llegada no sólo estaba el interés personal de Berenguer de unirse a la expedición, sino también el interés oculto de los reyes de Aragón y de Sicilia para que en el futuro los almogávares les abrieran el camino hacia la consecución del trono imperial de Constantinopla. Desde luego no se daba puntada sin hilo.

Por otro lado, la aportación de hombres de Berenguer fortaleció la posición de Roger de Flor, a quien el emperador Andrónico trató de contentar nombrándole César del Imperio. Cuando ya parecía que ambas partes habían llegado a un acuerdo económico y que la compañía iba a regresar a Anatolia a seguir luchando contra los turcos, Miguel, hijo del emperador y enemigo declarado de Roger de Flor invitó a este y a sus capitanes a un gran banquete en su honor en la ciudad de Adrianópolis, donde se protegía de los ataques de los búlgaros. A pesar de que se veía a la legua que era una emboscada, Roger, seguramente ebrio de gloria, aceptó y acudió el 4 de abril de 1305. Durante el banquete irrumpió en la sala Gircón, el líder de los alanos que había culpado a Roger y a sus hombres de la muerte de su hijo, y comenzaron a matar a todos los almogávares que allí encontraron. Roger de Flor fue asesinado y descuartizado, muriendo con sólo 38 años. Los bizantinos pensaban que eliminando a su líder y a algunos de sus capitanes la compañía quedaba descabezada y sería fácil acabar con unos salvadores que se habían convertido en un problema debido a su violencia y, sobre todo por su desmedida ambición. Pero los almogávares no eran unos mercenarios al uso, como otros con los que estaban acostumbrados a tratar.

 

LA VENGANZA ALMOGÁVAR

Las tropas imperiales se prepararon para atacar en Galípoli a los almogávares que seguían acantonados allí, pensando que serían presa fácil. Pero estos decidieron quemar sus naves para evitar la tentación de huir y comenzaron a contraatacar. La compañía se dedicó a arrasar durante dos años la región de Tracia de punta a punta, y los bizantinos no tuvieron más remedio que refugiarse tras las murallas de sus ciudades. Llegaron incluso ante los imponentes muros de Constantinopla, y sólo su poca capacidad en los asedios evitó su ataque.

Los bizantinos no habían conocido, ni siquiera en las regiones atacadas por los turcos, una violencia similar. Como relata el cronista Teódulo el Retórico: “[…] (los almogávares) se complacen sobre todo de la sangre y de las matanzas, y consideran el summum de la felicidad acabar con los otros y una calamidad no hacerlo, e incluso, consideran la clemencia una afeminación”. Arrasaron toda la zona entre 1305 y 1307, y sólo abandonaron Tracia una vez que esta ya no podía ofrecerles nada. A esta acción de violencia se le acabó conociendo como “la venganza almogávar” o como también la llamó la historiografía catalana del siglo XIX “la venganza catalana”, obviando a los también numerosos aragoneses, valencianos, e incluso alanos y griegos que la llevaron a cabo. Se acabarían dirigiendo hacia Grecia, en medio de las cada vez más frecuentes disputas entre los diferentes capitanes de la compañía.

 

LOS DUCADOS DE ATENAS Y NEOPATRIA

Tras la muerte de Roger de Flor, el aragonés Berenguer de Entença trató de ejercer de líder supremo de la compañía, pero el resto de capitanes, especialmente el valenciano Bernat de Rocafort, se negaban a dejar el mando de sus hombres. Finalmente ambos se enfrentaron, acabando con la muerte de Entença y asumiendo Rocafort el liderazgo.  En su marcha hacia Grecia, los almogávares, agotados tras años ininterrumpidos de lucha, fueron duramente derrotados tanto por los serbios como por un rehecho ejército bizantino que iba en su persecución.

Rocafort decidió finalmente aceptar, en contra de la opinión de muchos de sus hombres, la oferta de los franceses de la casa Anjou, enemiga tradicional de la Corona de Aragón, y luchar por ellos en Macedonia. Pero la mala dirección de la compañía por parte de Rocafort hizo que finalmente sus hombres se alzaran contra él, rompieran la efímera colaboración con los Anjou, y lo entregaran a los franceses, terminando su vida en una mazmorra napolitana.

En la primavera del año 1311, y tras haber arrasado la región de Tesalia, al norte de Grecia, llegan a las fronteras del Ducado de Atenas, por entonces gobernado por el francés Gutierre de Brienne, que les ofrece ingresar en su ejército. Por un tiempo aceptan, pero una vez que el duque ha logrado sus objetivos, decide licenciar a la compañía, dejando bajo su servicio tan sólo a unos pocos aragoneses y catalanes. El resto de almogávares hacen caso omiso de las peticiones del duque para que abandonaran sus tierras, y por enésima vez vuelven a convertirse en una seria amenaza para los lugareños. Gutierre se propuso entonces eliminar a los mercenarios de una vez por todas, y reunió al mayor ejército de la región con numerosos caballeros francos. Marchó por fin sobre ellos, y ya en el campo de batalla, los almogávares que habían seguido bajo el mando del duque de Atenas decidieron abandonarle y reunirse con sus antiguos compañeros de armas, a pesar de que estaban en inferioridad numérica y parecía esperarles una muerte segura. De nuevo estaban equivocados. El 15 de marzo de 1311 la poderosa caballería francesa y veneciana acabó totalmente destrozada por los catalanes y aragoneses en la Batalla de Halmyros. Tras su gran victoria, a los almogávares les quedó el paso libre, y enseguida ocuparon las dos principales ciudades de la región, Tebas y Atenas. Esos bárbaros mercenarios que habían aterrorizado a medio Oriente finalizaban su largo periplo y acabaron conformando dos Estados, los Ducados de Atenas y Neopatria. Durante varias décadas mantuvieron su independencia y guerrearon contra sus vecinos por el control de Grecia, pero una vez asentados fueron perdiendo su legendaria fuerza.

Ya en 1379, dentro de la política expansiva de Pedro IV de Aragón, ambos ducados fueron integrados en los dominios de la Corona de Aragón, aunque a duras penas se mantuvieron durante unos años, pues en 1388 se perdió Atenas y en 1390 Neopatria frente a, curiosamente, otra compañía de mercenarios, esta vez navarros, al servicio de la República de Florencia. Pero a pesar de todo, nunca está de más recordar que durante casi un siglo, las barras del rey de Aragón ondearon orgullosas, como hemos dicho al principio, en lo alto del Partenón de Atenas.

Sergio Martínez Gil

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza


BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

–          Asimov, I.; Constantinopla, Alianza, Madrid, 2011,  pp. 324-327.

–         Chusé B.; Almugávares, vía Sus!, Sabiñanigo, 2010.

–          Corral, J. L.; La Corona de Aragón: manipulación, mito e historia,  Doce Robles, Zaragoza,             2014, pp. 106-107.

–          Sáez Abad, R. y García Pinto, Á.; Los almogávares y la amenaza turca 1303-             1312, Almena, Madrid, 2008.

–          Los Sitios de Constantinopla. Desperta Ferro, antigua y medieval, nº 4, Madrid.

–          ¡Desperta ferro! La Corona de Aragón en el Mediterráneo.  Desperta Ferro, antigua y           medieval, nº 22, Madrid.


31 Comentarios

  1. Enhorabuena por vuestro proyecto! Hay que seguir profundizando, escribiendo y divulgando para que, desde un lado y otro (y hasta desde nuestra propia casa), no nos hagan desaparecer de la Historia.
    A seguir con este interesante blog.

    Le gusta a 1 persona

    1. ¡Muchas gracias y un honor! Nosotros también creemos que es muy necesario hacer una labor de difusión de nuestra Historia, pero tal y como esta fue y sin tergiversaciones, que tan en boga están. Así que en ello estamos, o al menos lo intentaremos.
      ¡Esperamos verte por aquí!

      Me gusta

    2. Muchísimas gracias por el artículo en particular y pr vuestra labor.
      También por los autores de los comentarios,Chusé, Marga,Merche Fernández….se ven personas muy agradables y cultas
      Suscribo totalmente y en particular los de Cristian y a Chusé Bolea gracias por el enlace. Y al equipo MUCHAS GRACIAS

      Me gusta

  2. Hola, me gustan mucho estos temas aunque mi desconocimiento de la historia es grande.
    Tras leer este gran artículo creo entender que esta gente viajaban con toda la familia por lo que supongo que eran los hijos los que sustituian a los caidos y que su sistema de vida les hizo nómadas, lo cual puede presuponer un desraizamiento de sus origenes pirenaicos. Tambien supongo que la definición de aragoneses y catalanes la haceis conforme a la concepción territorial actual puesto que en sus origenes cada uno sería de su pueblo pero no podian tener diferencias entre ellos en base a aragoneses o catalanes, incluso su vinculación con Aragón podrían establecerla unicamente por ser su pagador y no por afecto.
    Aunque solo con sus hijos parece imposible que pudiesen reforzarse continuamente por lo cual debian introducir gente nueva, pero ¿como? y me refiero a su etapa de ultramar puesto que en la peninsula supongo que se iban nutriendo en los territorios conquistados.
    Quiza me he pasado y no es sitio donde preguntar esto, perdón por anticipado.

    Le gusta a 2 personas

    1. Lo primero de todo, nos alegra mucho que te haya gustado el artículo. La verdad es que nos haces unas cuestiones muy interesantes.

      Como dices, se les podría ver, en cierta manera, como nómadas, aunque sería atreverse mucho llamándoles así. Como todo ejército, los almogávares iban vagando allí a donde se les necesitara, sólo que su calidad de mercenarios acentuaba un poco más el carácter de sus lealtades. Cualquier ejército llevaba detrás de las tropas una auténtica ciudad en movimiento, con familias que seguían a los soldados allá dónde fueran , pero también gentes cuyo negocio se sustentaba en proveer de diferentes formas a un ejército en marcha -armeros, peleteros, prostitutas,…-. El caso de los almogávares no era diferente. Muchos soldados iban solos, pero muchos otros irían acompañados de sus familias, amantes, etc.

      En cuanto a los hijos, era lógico que muchos se dedicaran luego a la milicia mercenaria, pues era la única vida que habían conocido y probablemente no sabrían hacer otra cosa. No es que fuera cuestión de heredar el puesto de padres a hijos. Era más bien cuestión de necesidad.

      En cuanto al enraizamiendo de los almogávares hacia sus tierras de origen, sí que lo tenían, independientemente de quién fuera su pagador. Evidentemente no existían todavía las ideologías nacionalistas que surgirán en el XIX, pero ya a esas alturas del medievo sí que se ven ciertas características. No hay más que ver que según el mismo Ramón Muntaner, que además de cronista fue un almogavar más, la compañía entraba en batalla gritando «Desperta ferro, Aragó, Aragó», incluso en Anatolia luchando bajo las órdenes del emperador de Bizancio. Sí que había pues sentimiento de pertenencia, y ya entonces estaban perfectamente delimitados territorialmente lo que eran Aragón, Cataluña o Valencia. El propio Andrónico II pidió que los miembros de la compañía fueran de origen catalán y aragonés.

      En cuanto a los refuerzos, siempre había gente dispuesta a cruzar el mar para buscar fortuna, y más dentro de una reputada compañía mercenaria, como era esta. Por no mencionar, como aparece en el artículo, la unión de mercenarios de distinto origen, como los alanos, griegos, etc.

      Esperamos haber disipado alguna de tus dudas y seguir viéndote por aquí.

      Un saludo.

      Historia de Aragón

      Me gusta

    1. Realmente no se trata de ninguna bandera histórica. Es tan sólo una adaptación libre de la cruz de San Jorge que nos ha hecho la empresa de diseño DanMa Design para uso específico de Historia de Aragón tanto en el blog como en nuestras cuentas de Twitter, @historiadaragon, como en Facebook.

      Un saludo.

      Me gusta

  3. Una consulta: haces mención al termino catalán. Me gustaría saber en aquella época a qué hacía referencia ese termino pues políticamente se supone que Cataluña no existía. Entiendo que la similitud sería el termino español, que existiendo los españoles, no había un territorio político formando un estado llamado España. Así que la cuestión planteada es, para un veneciano ¿Quiénes eran los catalanes? y si existirán ¿qué territorios los definía?.

    Le gusta a 2 personas

    1. Hola Alberich. En primer lugar, darte las gracias por tu interés y por tu comentario. El término catalán o Cataluña no tenían quizás el mismo concepto que pueden tener hoy en día, pero desde luego que existían, y más aún en la época que abarca el artículo, entre finales del siglo XIII y principios del XIV.

      La primera referencia escrita que nos ha llegado hasta nuestros días con el topónimo «catalán» nos viene precisamente no de los venecianos como comentas, pero casi, pues viene de una obra llamada «Liber maiolichinus de gestis pisanorum illustribus», del año 1117, en la que los pisanos relatan la primera conquista de Mallorca, en la que colaboraron italianos y catalanes, como dice dicha obra, liderados por el conde de Barcelona Ramón Berenguer III en 1114. Por lo tanto, si en 1114, en Pisa ya se conocía a los habitantes de la zona como catalanes, es que ya existía esa conciencia catalana. Evidentemente no hablamos de una unidad territorial, pues eran diferentes los condados existentes, como Urgell, Ossona, Girona, etc, pero tenía la preeminencia el de Barcelona, importancia que era reconocida por la mayoría del resto de los condados. Incluso se usa el término «Cathalonia universa» en tiempos de Jaime I y también en las Cortes del año 1283 para referirse al conjunto de esos condados.

      En 1350, aparece por primera vez el término «Principado de Cataluña» que abarcaría casi toda la Cataluña actual. No sería un Estado totalmente unificado, pero sí liderado por Barcelona. Pero, ¿de dónde viene eso de «Principado» si los condes de Barcelona no eran reyes? Normalmente, le atribuimos a la palabra «príncipe» el significado de heredero al trono. Pero el príncipe, como bien deja constatado Nicolás Maquiavelo en su obra homónima, hace también referencia a cualquier señor de un dominio, sea su título el de rey, conde, duque, etc. Esperamos haber solucionado tus dudas, y si no, ya sabes dónde estamos ;).

      Me gusta

      1. Totalmente de acuerdo con lo que has escrito. Es lo que tenía entendido. No obstante creo que algo se nos escapa. En la mayoría de los términos que se refieren a la topografía o los territorios, se observa un origen anterior a la Edad Media con una razón para su existencia. Como Alemania de los alamanes. Castilla por sus castillos. Sin embargo el termino «catalanes» aparece en la Edad Media casi de repente. Aragón recibe el nombre del rio, a su vez el rio de la lengua pre-romana. ¿No hubiera sido mas razonable decir que los «barceloneses» invadieron Mallorca, tal y como hubiéramos dicho si lo hubieran hecho los venecianos. Con lo que sabemos, es como si no tuviera sentido que de repente se nombre en un texto del siglo XII, así que algo falta por conocer. Como en el texto de Pisa, la respuesta tiene que estar en algún archivo extranjero si es que no se ha perdido.

        Le gusta a 2 personas

      2. Una reflexión realmente acertada la tuya, y estoy de acuerdo. Hay algo que se escapa. Pero de momento la respuesta, que sepamos nosotros, ahí está, escondida en las tinieblas de los tiempos. Desde luego, el término tiene que salir de algún sitio, como bien apuntas. Habrá que seguir investigando.

        Me gusta

  4. Enhorabuena, seguir así con la divulgación de la verdad. Los Aragoneses somos pocos y muchos menos que los que tergiversan la verdadera Historia. Por ello vuestro trabajo es muy necesario, para que nuestros hijos y descendientes, así como el resto de la poblacion mundial, puedan conocer los hechos auténticos, diferenciándolos de las mentiras supeditadas a tristes ideologías que hacen mucho daño y poco honor a la verdad. Infinitas gracias.

    Le gusta a 1 persona

    1. Hola Jota. Su nombre era Almogavers en catalán, Almogavares en castellano, etc., al igual que se dice Londres en castellano, London en inglés o Londra en italiano. Se puede usar ese término en diferentes lenguas porque realmente Almogavar viene del árabe.

      En cuanto al grito de guerra, aparece en el artículo tal y como dices, añadiendo el final de «Aragó, Aragó». No lo decimos nosotros, lo dice el cronista Ramón Muntaner, quien lucho hombro a hombro con los almogávares y escribió esto en el folio 114 de su crónica: «los almugavers cridaven: Desperta ferres!, Desperta! […] Que us dire? La batayla fo molt fort et cruell; mas a la fin, tots los ffranchs levaren un crit e cridaren: Aragon!, Aragon!».

      Un saludo.

      Equipo de Historia de Aragón.

      Le gusta a 1 persona

  5. Me parecía estar viendo una película de aventuras mientras leía la historia de los almogávares y me he reido un rato imaginándome su aspecto feroz y desharrapado al entrar en batalla.Me han recordado a los celtas en la estrategia de guerrillas y pintados ,llenos de collares y con mallas…frente al ejército romano,tan serio.Gracias por enseñar la verdadera historia de forma tan amena.Un saludo.

    Me gusta

  6. He disfrutado leyendo el último libro de Jorge Molist que trata del tema, pero me he quedado con ganas de saber más sobre los almogávares.
    Gracias por vuestras explicaciones que han cumplido mis primeras expectativas. Os seguiré leyendo.
    Un saludo
    Marga

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario